Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
684 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ Los triunfadores tienen siete muertos y diecinueve heridos; pero medio puerto -en el semicírculo oeste-sur- media rada, media plaza fuerte, son ya el fruto de la noche inmortal cuyos magnos episodios se acaban de exponer. XVIII Al rayar la aurora del día 4, bajo las andanadas inofensivas de los castillos orientales de la Niebla, Mancera, la Boca, Playa Blanca, el Piojo, el Carbonero y Manzanera, deslízanse, hacia el interior de la estrellada bahía, pegados en lo posible a la costa o~ste de la misma, la goleta "Montezuma" y el bergantín "Intrépido", yendo a largar anclas cabe el castillo del Corral, donde, ansioso de consumar su conquista, está el núcleo de los independientes desembarcados y victoriosos la víspera. Doscientos de éstos constitúyense inmediata– mente a bordo de ambos buquezuelos; y, dando estruendosos vivas a la Patria y a la libertad, parten entusiastas al asalto de los fuertes que quedan por capturar. Vara la "Montezuma" en el tránsito, si bien momentáneamente; pero el "Intrépido" encalla y se pierde de modo definitivo. En tales instantes, a la boca del puerto, aparece la "O'Higgins", cuyo desastroso estado ignoran los realistas, aun más descorazonados ante esa nueva y para ellos aplastante aparición. Continuado el viaje, en sola la ''Montezuma", ponen los expe– dicionarios pie en tierra y embisten con el denuedo de costumbre. Con gran asombro suyo, ven que los realistas de la zona no les opo– nen la mínima resistencia. Muy al contrario de sus previsiones, encuentran que los presuntos asaltantes se retiran; y, "no menos sorprendidos que gozosos, como dice Miller, vense dueños de un punto que puede decirse el Gibraltar de la América del Sur" ( 36). XIX Várase intencionalmente a la "O'Higgins", que sigue haciendo agua (37), para, en el ciénago donde queda prisionera, proceder a za daba ese día guarnición al castillo del Corral, fue cogido en estado de lamentable embriaguez: "En la aflicción relata Miller -en que estaba por la pérdida de los fuertes, y casi fuera de sí, había bebido tanto ron, que cuando se presentó (Miller), principió a insultarlo del modo más horroroso; a tal pun– to, que con la mayor dificultad se pudo impedir que le matasen los soldados victoriosos. A la mañana siguiente, dijo Hoyo a Miller: "Doy a Ud. las gracias por haberme salvado la vida; aunque, después de lo que ha pasado, morir habría sido mejor" ... Memorias, vol. cit., 219. (36) Memorias, vol. cit., 219. (37) Con la almiranta ocurrió ese día un curioso incidente, relatado por
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