Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

VALDIVIA.- LA GORRA DE VIDAL 685 repararla, siquiera sea provisionalmente: y piénsase en continuar hasta la propia ciudad de Valdivia. En efecto, el 5 (38), a favor de la alta marea, aguardada con aquel propósito, doscientos independien– tes, engreídos con la reciente victoria, navegan, aguas arriba, en pos de la población enunciada, en que el gobernador, coronel Montoya, tiene a sus órdenes quinientos hombres. Beauchef, Miller y el mismo Cochrane marchan a la cabeza de esa nueva expedición, esperando haberse a las manos con aquel número superior de enemigos; pero el parlamentario que los habitantes de la ciudad envían al encuentro del Almirante, impónelo de la retirada que los aterrados realistas han emprendido hacia Osorno para embarcarse a Chiloé; retirada a que ha precedido un saqueo general de la población. El pobre Montoya, viejo inútil y achacoso, no ha tenido energía ni entereza bastantes para encararse a los independientes. Pronto descubren los patriotas, gozosos y tranquilos, las altas riberas valdivianas, alfombradas de verdura y coronadas por sus alamedas de cerros colosales. Una proclama de Cochrane, ofreciendo al vecindario toda clase de garantías; y un bando del mismo, autorizando a los valdivianos par<;i proveer por su exclusiva cuenta a la elección de sus autorida– des, infunde sosiego y paz en los ánimos afligidos, y atrae de nuevo a gran número de consternadas familias, emigradas de Valdivia por consecuencia del pánico. Puerto, fuertes y ciudad ofrendan a los vencedores espléndido botín: mil quintales de pólvora, diez mil balas de cañón (250 de ellas, de bronce) ciento setenta mil cartuchos, ciento veintiocho cañones (de los que cincuentitrés son de bronce y seteticinco de hie– rro); la goleta "Dolores", capturada frente al castillo del Corral en la noche del 3 y sustituta ventajosa del "Intrépido"; todos los vasos sagrados arrebatados y llevados de Concepción por el general la Graham: "A la mañana siguiente -dice esta- cuando arribó la "O'Higgins", sufrieron los de a bordo las más vivas alarmas, por una circunstancia insignL ficante. Conociendo el extremado peligro del ataque que se proyectaba, habían obtenido del Almirante la promesa de que, si todo iba bien, izaría dos ban– deras, de cualquiera especie, en el palo de bandera de la entrada. Al acercar– se, sólo divisaron una, que era la insignia del bote de lord Cochrane con los colores chilenos. Su Señoría no tenía sino esa consigo, y no habí~ podido procurarse otra. Esto les hizo temer por la suerte de sus compañeros, y que la bandera estuviese izada sólo para engañarlos. Al mismo tiempo, las tropas que estaban en los fuertes del Norte, al divisar a la fragata, creyeron que ;,u~r~ ui: ~?que espa~ol,. por lo cual .le hicieron la señal convenida, que la O H1ggms contestó s1gmendo su cammo, hasta que un bote le salió al encuen_ tro. Todo estaba asegurado, y el Almirante muy bien. Inmediatamente se arrió bandera española, y en su lugar se izó la bandera patriota". Diario, cit. pág. 93. (38) El 5, según Miller: el 6, según Cochrane.

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