Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
690 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ mo a palmo, gánase al fin un parapeto del fuerte de la Corona, capturado poco antes; fuerte ante el cual se detienen los vencedores, que, abrumados de su parte por aquella resistencia incesante, retro– ceden hasta el Aguy, dejando en calma a los vencidos. Clavan éstos los cañones del fortín recientemente conquistado y que van a aban– donar; arrasan sus explanadas y cureñas; demuelen todas sus de– fensas; y se reembarcan con rumbo a Valdivia, puerto en el cual anclan el 19 de febrero. XXIV El 20 en la "Montezuma", llevando a Miller (44) y a los demás heridos, parte Cochrane a Valparaíso, conduciendo a la vez setenti– cinco oficiales españoles prisioneros; entre éstos, el jefe del Canta– bria, cogido en el fuerte del Corral, coronel Fausto del Hoyo. La ''O'Higgins" es dejada en Valdivia, para concluir de repararse; al cuidado de Mr. Bennet, secretario del Almirante. El 27 de febrero surge el buque portador de éste último, en Valparaíso y pueblo y Gobierno tribútanle honores extraordinarios, hecha excepción de Cen– teno, que aguardando la extinción del público frenesí, pretende re– primir y castigar la desobediencia de Valdivia, calificándola ·de "ex– travío de un loco". La opinión deslumbrada por el éxito e inebriada por el incienso del triunfo y de la gloria, aplasta aquellos arranques del severo o preve:qido funcionario, y de los demás émulos o ene– migos del admirable y admirado lord. El Gobierno otorga medallas de distinción a sus compañeros de hazaña, y emite un voto de in– demnidad en honor del Almirante mismo, declarando que la toma del inexpugnable puerto "es el dichoso resultado de un plan admira– blemente concebido y ejecutado con la mayor intrepidez y decisión". El Senado decrétale un voto de gracias, y hasta hácele donación de cuatro mil cuadras cuadradas de tierras, sobre las confiscadas a los realistas de la provincia de Penco (Concepción). Rivalidades y odios enmudecen. Un pueblo entero, como de hinojos, póstrase moral– mente ante el fulgoroso irradiar de una proeza que, en todos los tiempos, habrá de contar como la primera entre sus más altas y pre– ciadas victorias ... (44) El glorioso sargento mayor inglés fué, en Santiago, asistido prime. ro en casa de Cochrane, y después en la de Blanco Encalada, cuya esposa cui– dólo "con tan incesante esmero, día y noche, que pudo, recobrando salud y fuerzas, salir nuevamente a campaña", Memorias del propio Miller, 1, 233.
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