Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
4 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ II Ninguno de sus conmilitones alcanzó a comprender este vuelco radical y absoluto en la sindéresis calculadora pero en todo caso combativa, del caudillo de las huestes vencedoras en San Lorenzo, Chacabuco y Maipú, que, al pisar tierra peruana, tornóse meticuloso y prudente, en un grado que frisó con la cobardía y la inmovilidad. Ya procuraremos explicar, y hasta exculpar, este vicio sobreviniente en el espíritu aceradamente templado del excelso redentor, que, por fin de fines, no hizo otra cosa que proclamar, de palabra, la libertad del Perú; y desertar de ésta, desamparándola en situación y estado peores que aquéllos en que la encontrara al traernos su generosa y admirabilísima cruzada. Sólo diremos, de momento, que su espíritu ecléctico, y por eso impenetrable, no se cuidó de revelar, y menos de aisentir, con sus subalternos -algunos de ellos tan brillantes como Arenales y Las Heras- el plan inactivo, parsimonioso, tímido y co– mo displicente, por él desarrollado en nuestra primera autonomía histórica; de donde surgiera el descontento visible de sus tropas, pri– mero; y en seguida la prevención airada de sus capitanes de prefe– rencia; prevención llevada al condenable límite de conjurarse para excluirlo del ejercicio del poder, y hasta del comando. Sea de ello lo que fuere, resulta evidente que, renunciando a toda aventura decisiva, a todo choque campal, limitóse el merecidamente llamado "fundador de la independencia del Perú", a una estrategia de amagos y escarceos engañosos, resuelto, como ya se dijo, en un plan y un propósito de mera propaganda. Para mayor claridad y método, distinguiremos esta última en pacífica y armada. III La propaganda pacífica del gran libertador, fue una mezcla de zapa Y de prédica, de cátedra y francmasonismo, de enseñanza pú– blica y de seducción subterránea, en que ejercitó admirablemente sus naturales dotes, diplomáticas y estratégicas a la vez; a saber: una calma gélida; un cálculo agudo, y por eso penetrante (así respecto de las personas como de las cosas); extremada prudencia, finísima astucia e inmensa sagacidad. Y, así, a la par que hacía ostentación de fuerza con las tropas disciplinadas y morales, aguerridas y gloriosas, que templara a su sabor desde los campos de Mendoza, gozóse en preferir a los duelos de sangre y de muerte, una labor oculta de or– ganización perseverante, infatigable, ya no sólo de los propios ele-
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