Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LAS PROPAGANDAS PACIFICA Y ARMADA 5 mentos de combate, sino de los pueblos mismos, en que procuró una asimilación paciente, pero segura y decisiva, de las doctrinas y los sentimientos lioertarios, una difusión amplia y general de los anhe– los autonomistas, una conquista de las almas con el convencimiento y la percepción sintética, así resultase imprecisa, del ideal de la re– volución; hecha, con método y reserva, gradual, benedictinamente, desde el gabinete, y no desde el campo de batalla. Lo último habría sido para él, la libertad entronizada por la violencia; y no, como quería, la evolución tranquila de las ideas, las aspiraciones y los he– chos, por una especie de convicción, encendida por el deseo y estimu– lada por la esperanza. Esto, en el campo amigo, fecundo, virginal, del corazón de esos pueblos, primera vez despertados de su sueño trisecular, sin perder de vista el otro interesante extremo de su sis– tema táctico-político, consistente, de modo primario y previo, en en· gañar, aturdir, intranquilizar y entontecer al enemigo, haciendo vi– brar ante su pupila el rayo de la guerra, fulminable por instantes; y, simulando, con movimientos atrevidos, avances repentinos, retroce– sos inesperados, embarques v desembarques, traslaciones y despren– dimiento de fuerzas, agitación en ocasiones, y en ocasiones estanca– mientos e inmovilidades, un plan de guerra que, de uno a otro momento, pud1era ser, o la brega final en campo abierto, o el asalto de la consideración respetuosa que a los realistas merecían al fin sobre la sede virreinaticia, con utilización de su mayor y mej~·>r ele– mento: el dominio del mar. IV Una de las cosas en que primero pensó, al preludiar su cruzada sobre el Perú, y que demuestra su propósito predilecto de predica– ción y propaganda, fue la adquisición de una imprenta, instrumento capital para aquel objetivo, certera y proficuamente aprovechado desde el día en que puso planta resuelta en territorio peruano. Esa imprenta fue entregada a la dirección y el cuidado de Mon– teagudo. Este inteligentísimo secretario de San Martín, a ' quien con jus– ticia se ha apodado "el tribuno de la revolución", había sido, desde sus años juveniles, uno de los periodistas más conocidos y presti– giosos de la independencia, como veremos, detalladamente, al estu– diar la vida y los antecedentes de este gran hombre. El había, en Buenos Aires, colaborado asiduamente en El Grito del Sud, órgano de la "Sociedad Patriótica Literaria" fundada por Mariano Moreno; él había ~ido redactor de la Gaceta del Gobierno de Buenos Aires;
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