Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LAS PROPAGANDAS PACIFICA Y ARMADA 9 todos los Estados que desearan constituírse acertadamente, escu– dándose contra la anarquía y las revoluciones; muy particularmente para aquellos pueblos que acababan de emanciparse, o luchaban por conseguirlo, en la América del Sur. Poco a poco fue subiendo el tono de esos artículos, hasta que, en el número undécimo (penúltimo de la publicación) se atrevió Monteagudo -en Lima mismo- a plan– tear la cuestión con una franqueza que, si fue osada y condenable en una hoja notoriamente semioficial, pareció audacia y reto a la con– ciencia pública, al verse la producción monarquizante en la Gaceta oficial del 4 de agosto de 1821 (5). La parte más saltante y descarada del editorial de Monteagudo hallábase así concebida "El vencimiento de los españoles ha entra– do ya en la clase de los esfuerzos subalternos, que exige la indepen– dencia de América. Dirigiendo con método las operaciones militares y buscando a los enemigos cuando convenga, con el denuedo con que los han buscado siempre los independientes, la guerra será mas bien, en adelante, un preservativo contra el influjo inevitable de las antipatías locales, que un escollo capaz de hacer naufragar la causa de América. La obra verdaderamente difícil, que es necesario em~ prender con valor, firmeza y circunspección, es la de corregir ideas inexactas, impresas en la actual generación. Empezando por la li~ bertad, debe concederse ( ! ) con sobriedad, para que no sean inúti– les los esfuerzos que se han hecho para alcanzarla. Todo pueblo civilizado está en aptitud de ser libre; mas el grado de libertad que goce, debe ser proporcionado a su civilización". IX "Terrible fue", según Mariátegui, "la sensación causada por la lectura" de las líneas anteriores entre los patriotas de la clase culta de Lima, antigua y sinceramente empapados en las ideas liberales del siglo, republicanos de convicción y de corazón, que habían lo– grado, con un empeño constante, arraigar sus conceptos y anhelos aun en las bajas capas capitalinas. Democráticos por excelencia "eran los sentimientos del pueblo peruano"; libérrima "su voluntad, bien pronunciada, en conversaciones familiares, en reuniones públi– cas y privadas y aun en la prensa", desde el día en que, "jurada la constitución de las cortes (de 1812), los españoles permitieron es– cribir".- "Los que esto sentían, los que así pensaban, ¿podían mi– rar con indiferencia que se les dijese: la libertad se debe dar medida, y tal como yo crea que deba dársela? ¿Se quiere -dijeron (5) Al día siguiente mismo de la instauración del Protectorado.
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