Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
OPINION EN LIMA 321 Y no era ello cosa nueva. Desde el 15 de junio de 1819, esto es, quince meses antes de la aparición de la Expedición Libertadora en los aledaños de Pisco, el virrey Pezuela confesaba que "su éxito sería indudable en cualquier terreno en que los enemigos lo buscasen, si los muchos que había en el propio virreinato no minasen y se empeñasen tanto en favor del adversario, con continuas maquinacio– nes que alteraban la voluntad de no pocos, atrayéndose partido, tanto en la capital, como en algunas de las provincias interiores" ( 1); y un .historiógrafo peninsular, dando cuenta de "haber desembarcado varios emisarios de San Martín, con el objeto de pervertir el espíritu público y conmover a las provincias; emisarios que, aunque apre– hendidos en parte, seguían, en su mayoría, ejerciendo su pestífero influjo"; manifiesta ''estar el horizonte cargado de nubes, y amena– zando tempestad"; encontrarse "el país estremecido con el fuego de la sedición", traída por "esas infernales maquinaciones"; mal su– premo incrementado ''con el desasosiego del jefe español" (Pezuela), quien tenía que luchar más bien con intrigas que con la fuerza", pues "temía fundadamente que, cuando el enemigo presentárase en casa, había de contar con el apoyo de la opinión" (2). Y este mismo autor, al dar cuenta de los fusilamientos de Huacho, infligidos a al– gunos de sus vecinos por el coronel don Rafael Ceballos Escalera (abril de 1820), da por explicación de los mismos la necesidad de "hacer un terrible escarmiento en los habitantes de aquella costa, que, con escandalosas pruebas, habían acreditado su ardiente adhe– sión a la causa de la independencia" (3). 111 Naturalmente, esta tendencia del sentimiento público hubo de rayar en anhelo intenso y después tornarse en propósito avasalla– dor, tan pronto como encontró un sostén firme y poderoso en la presencia de los soldados victoriosos de San Martín. Pudieron, en– tonces, voces tan imparciales como justas, prorrumpir en afirmacio– nes categóricas, favorabi1ísimas para la dignidad del Perú; y, por tanto, altamente desvirtuantes de las muy calumniosas que en con– trario, hanse dirigido a tachar de apatía y neofobismo a los perua– nos todos, y muy en particular a los habitantes de Lima. "No había ya, dice Arenales, refiriéndose a la forma en que las guerrillas desem- (1) Carta del referido virrey al embajador en Río de Janeiro, conde de Casaflores, fecha en Lima, el 15 de junio de 1819. (2) Torrente, op. cit., t. llI, págs. 20 y 21. (3) Tomo II, pág. 495.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx