Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

OPINION EN LIMA 323 mor ni recato, a imputar la responsabilidad de los males públicos a la dominación y a las autoridades españolas, tildadas sin ambajes, de incapaces, tercas y crueles. La proximidad del corifeo y de las fuerzas llamadas libres -con la excitación y la audacia que, en todo medio humano, concitan los sufrimientos que no obedecen a una causa legítima y que amena– zan no encontrar término- socavaron las bases de la moderación y de la disciplina inveterada; y dieron atrevido pábulo a las mur– muraciones y protestas. Atizaban la hoguera los dirigentes patriotas que quedaban en la capital, movidos o secundados por los comisionados secretos o agen– tes preestablecidos del campo independiente; labor subterránea que no tardó en facilitarse y extremarse ante la serie de escándalos, vejaciones y tropelías perpetrados después. La fuerza pública, en su prurito de preferencia y de presión, in– separables de toda violencia, comenzó a acaparar, con paga o sin ella (esto último, con mayor frecuencia), los abastecimientos destinados al vecindario y exigidos por éste, que así viose pospuesto y conde– nado a penalidades y privaciones crecientes. Llegó, como ya hemos dicho, la extralimitación de la soldadesca, irritada ante la situación desesperante en que, a presencia de los bloqueadores, manteníanla, no tanto las circunstancias (según ellos), cuanto lo que a voz en cue– llo llamaban la "inutilidad de sus jefes"; llegó, decimos, hasta esta– llar en una serie de abusos, y aún delitos, que, sin precedente cono– cido sacudieron el sentimiento público. Asaltóse algunas casas, sa– queadas en pleno día; detúvose a los transeúntes, para arrebatarles cuanto consigo llevaban; ora, de noche, en los parajes más frecuen– tados; ora, en otros no lejanos, a la luz del sol. V La paciencia colectiva acabó por agotarse. Llovieron sobre el ayuntamiento -nato representante del común_: anónimos, y aún solicitudes firmadas por gentes conocidas, en que, describiendo, o exagerando con los más vivos colores, los males que pesaban sobre el pueblo, y tachando de inerte y de cobarde la actitud silenciosa de los cabildantes, invocábase del civismo de estos últimos, la inmedia– ta adoptación de medidas, tanto más enérgicas, cuanto más premio– sas se desenvolvían las circunstancias. "Penétrese S.E., decía uno de los anonimistas ( 5 de junio), de la situación en que se halla el Perú, y particularmente su capital; separe de sí todo temor; y cum– pla con sus deberes, o renuncie el puesto, que no faltarán varones esforzados que lo desempeñen . .. - Mientras que la América toda

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