Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
324 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ tiene fijos los ojos en la escena de esta capital, ¿será V.E. quien .solamente duerma?.- Cuando en aquélla no hay viviente que no sufra el grave peso de enormes impuestos, y los efectos terribles del hambre y la necesidad, ¿ha de ser solam ente V.E. el que se muestre indiferente a los males del pueblo? ¿Hasta cuando ha de conservar V.E. esa apatía criminal? ¿Ha olvidado V.E. que su auto– ridad es emanada de ese pueblo a quien tiene abandonado? Si en V.E. no hay energía para sostener los derechos de éste, ¿por qué no renuncia un cargo para el que no es digno? ¿Ignora V.E. que llegará un día en que esta paciente población se revista del carác– ter que las circunstancias exigen, y que entonces las personas de los capitulares, sus familias y sus bienes, serán el objeto de una ~aña tanto más encarnizada, cuanto ha sido tan dilatado tiempo reprimida?" "Nueve meses hace que el Perú está en revolución, y más de cuatro que su capital yace en la más horrorosa anarquía. Depuesta lq autoridad que gobernaba por el rey; nombrada. y no elegida la di– putación provincial; por consiguiente, ilegítima y anticonstitucio– nal; y una junta, llamada de pacificación, instalada por la fuerza militar; ¿considera V.E. que, con estos absurdos, debemos por más tiempo someternos a tanta arbitrariedad? Si calla el Ayuntamien– to constitucional, único órgano del pueblo, ¿qué deberá éste hacer? ¿No será V.E. responsable del tumulto a que irremediablemente lo conducen la extrema inopia, los insultos de los opresores, y la plaga de ladrones que, con el uniforme militar, sorprenden públi– camente en las calles a cuantas personas encuentran? ¿Qué casa hay ya segura 4 vista de lo que se ha ejecutado antes de ayer con la del doctor Freiría, con la del frente de San Andrés, y con otras? La acometida a don Domingo V ina, a las ocho de la noche, en la pla– za mayor, el día de ayer; la multitud de rateros en las calles; los caminos infectados de malhechores,· ¿no cree V.E. que son signos evidentes de una próxima y sangrienta crisis? ¡Ah! V.E. será úni– camente quien descono zca las consecuencias,· la sola corporación responsable de tantas catástrofes como se esperan". "Conteste V.E. ¿quién ha autorizado a esa junta, impropiamen– te llamada de pacificación? ¿Pueden disolverse los pactos sin ante– teceder el voto general, expres-ado libremente? ¿Somos acaso ove– jas, para que se disponga de nosotros sin oirnos ni atendernos? ¿Con qué título se nos priva de las propiedades, honor y libertad? ¿Quién ha autorizado a los que gobiernan en esta capital para que w! nos ponga una mordaza? ¿Hasta cuando han de prevalecer la fuerte preocupación, y el error? ¡Qué! ¿No tienen interés los pue-
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