Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
326 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ VI Este libelo, en cuyo estilo creyóse sorprender el chispeo conjunto de dos ejercitadas plumas -la de Arriz y la de Mc.riátegui -contem– plaba simultáneamente las crisis económica y política; y hacía evi– dente alusión a la conferencia secreta de Punchauca, a la vez que al repelente proyecto de una monarquía. Bien se dejaba comprender 1.-n él, con tal motivo, cuán lejos estaban los patriotas conscientes del Perú, de conformarse mansamente (cualesquiera que fuesen los servicios de sus tutores intrusos) con la prescindencia que és~os entonces hacían -y después continuaron haciendo- de la voluntad y decisión del pueblo, en el estudio y para la resolución del pro– blema, peruano por excelencia, de la constitución del nuevo Estado y de la fijación de sus rumbos y su suerte (8). Ello es que -por lo mismo que, aunque enérgico, resultó moderado en sus términos, concepttiosísimo en sus alegaciones, exacto en sus juicios, y reve- 1ador en todo de no oscura procedencia- produjo efecto instantá– neo en la corporación requerida, la que, al siguiente día, decidió ocurrir al gobierno, con las exposiciones y exhortaciones del caso; y, dos después, expidió la cristalización de estas últimas en forma oficial, pública, solemne. VII Y, efectivamente, los cabildantes -víctimas ellos mismos de la aguda crisis- fuese por el hastío y el cansancio de ésta, fuese ce– diendo a las incitaciones preindicadas, cobraron al cabo una au– dacia y un valor que pocas veces, o nunca, sintieron en la larga y depresiva estagnación de los siglos coloniales; y --en 7 de junio- di– rigieron al gobierno una nota, concebida en frases de la más ruda franqueza, expuestas a concitar el enojo del virrey, y aun sus repre– salias, como que llegaban a hablar de la uniformidad con que las provincias se habían decidido por la causa independiente; y aun a (8) Y en verdad que la más profunda y sincera gratitud habría, entre no– sotros, sido el pago de la ayuda prestada, por el Protector, primero, y por el Libertador después, si uno y otro se hubiesen circunscrito a su grandioso papel histórico de defensores de la libertad y fundadores de nuestra autono– mía. Pero ocurrió, por desgracia, que ambos próceres, más atentos que al in– terés directo del Perú, al de su patria o al suyo propio, tornáronse en gestores, más aún, en árbitros de negocios que no les incumbían. El Perú, como pronto lia de verse en el curso de esta Historia, sólo fue realmente libre, cuando, además de expulsar a los españoles, pudo deshacerse de Bolívar ...
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