Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

OPINION EN LIMA 329 con que las autoridades y las fuerzas españolas respondían a las sin– ceridades de los criollos; pero, así como la proximidad del ejército independiente soliviantaba por una parte la osadía del ayuntamien– to; así medraba, por otra, los ímpetus y las sofrenadas a que solían entregarse el orgullo y el resentimiento de esos furiosos dominado– res triseculares. En consecuencia, no pudiendo 1 o no estimando oportuno y con– veniente (de momento) el acudir a las medidas de rigor, La Serna limitóse a dar respuesta a la comunicación transcrita, en forma que, !'.i aparentemente mesurada, dejaba, a pesar de todo, comprender el disgusto por ella causado en el ánimo del representante regio, en quien, a todas luces, sintióse palpitar vehementes el despecho y la amenaza, en el fondo de una ironía que vertía hiel. "Es indudable -dijo el virrey exhortado (8 de junio)- que la guerra t:s el ejercicio del derecho de fuerza y la más terrible de; las plagas que destruyen la especie humana; pues no perdona ni aun a los vencedores, y la más feliz es funesta. Como filántropo, amo y deseo la paz; pero, como militar y hombre púbico, no puedo pres– cindir de que ha de ser una paz decorosa; y, así, siempre que el general del ejército invasor se preste a un armisticio que sea honro– so y digno de la n-ación española, pueden, V.E. y todos, estar seguros de que mi voto será por la paz; pero, si no, no; pues jamás asenti– ré a nada que pueda manchar el honor nacional; y vale más, en este caso, morir que existir. Creo ·que del mismo modo pensarán los que componen ese Excmo. Ayuntamiento, y los habitantes de este pueblo, a quien se llama heroico; pues no ignoran que, para merecer este título es necesario que el valor, los sentimientos, la paciencia y demás virtudes nos sean comunes.- En fin, aunque es– toy a la cabeza de la Junta Pacificadora, no tengo en ella sino un· voto; y, por lo tanto, se engaña el Excmo. Ayuntamiento en creer que de un sí de mi boca pende la paz. Mas repito que, aunque pen– diera, si no era decorosa, preferiría la guerra; pues, aún suponien– do toda esa preponderancia que V.E. da actualmente a las fuerzas del general San Martín, debe V.E. saber que la guerra es un juego, donde se aventura más o menos, según la pasión de los jugadores; que tan pronto se gana, tan pronto se pierde; y, cuan.do se gana mucho, sucede comúnmente que el que gana continúa jugúndo, para aumentar su bien; o que el que pierde no quiera dejar el juego, porque espera volver a ganar lo que ha perdido, y al fin la fortuna se vuelve; y el que ganaba, no sólo pierde lo que ha ganado, sino también lo que tenía ganado cuando se puso a jugar. Es cuanto, por ahora puedo contestar al oficio de V.E., de ayer".

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