Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
OPINION EN LIMA 337 servación del orden y las buenas costumbres, que por la misma des– trucción de los enemigos.- Lima, y junio de 1821.- Serna" (5). VIII Ello es que los españoles se sentían sobre el cráter de un vol– cán ardiente y trepidante, tanto más cuanto más transcurría el tiempo. Bien pronto se convencieron de que, si aún permanecían en Lima, desaparecería su ya bastante desmedrado ejército. Las en– fermedades arreciaban e intensificábase la carestía. La situación era riesesperante. No había cómo reponer las bajas causadas por la peste; y los sanos o convalecientes desaparecían como por encanto, escondidos, protegidos, apoyados y mimados por todo el mundo. Las deserciones resultaron más desoladoras que la muerte. Fue en– tonces, en efecto, cuando los sabios y discretos miembros del grupo apellidado "femandino" hicieron verdaderos milagros. Los docto– res Unánue, Fuentes, Falcón, Pezet y Tafur, de cuyos cívicos esfuer– zos hemos hablado en otros capítulos, todos ellos secundados efica.. císimamente por Mariátegui, Morales (Julián) y otros eximios pa– triotas desviviéronse por convencer a los convalecientes y aun a los enfermos, de la personal conveniencia, más que todo de la necesidad patriótica de desertar oportunamente abandonando las banderas opresoras del rey para ir a reforzar las filas defensoras de la Patria. Centenares de soldados realistas, en distintas formas y circunstan– cias, fueron desapareciendo casi cuotidianamente, sin que los jefes y oficiales supiesen encontrar la manera de impedirlo, ni de dar con su paradero, porque eran cómplices o encubridores de la operación todos y cada uno de los individuos del vecindario (6). La conjura– ción era general; el malestar público agravábala cada día, con peli– gro inminente para el régimen, expuesto a caer como "un edificio (5) Comentando este artículo, reflexiona el general Arenales, sardónica– mente: "Tomó el virrey medidas para tranquilizar a la inocente corporación; bien que no se encuentre entre ellas la de volver los despojos hechos a los templos en esos días''.- Memorias, ed. cit., pág. 122. (6) Los desertores contaban hasta con alojamiento listo, según Mariá– tegui, que intervino, como lo dice el texto, en todas estas cosas. Según dicho patricio, "los vecinos, a súplicas del Dr. Morales, consintieron en prestarse a dejar pasar libremente a los soldados que quisieron escaparse".- ''Y los sol– dados, agrega, se escaparon, y el Dr. Morales proporcionó una casa en que se asilaron los que no se fueron a las suyas o a escondites propios".- Anota– ciones, pág. 77.
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