Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
340 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ rie de incidentes que la estorbaron (y que ya hemos dado a conocer); ·Sino que resultó en cierto modo burlesca, ya que, en un núcleo de– mótico como el de Lima, eran cuotidianamente indispensables de ochenta a noventa quintales de arroz y unas doscientas fanegas de trigo; cantidad mínima que apenas sí podía alcanzar para diez o do– ce días. Entre tanto, a fines de mayo, los enfermos en los hospitales al– canzaron a su vez a mil ciento treinta y uno; cifra que, desde junio, empezó a crecer en forma y progresión alarmantes. Por confesión de los propios mnemógrafos e historiadores :pe– ninsulares, el estado de las cosas "había llegado a tal extremo~ que no se vislumbraba medio alguno de conservar la capital por más tiempo, sin positivo riesgo de perder muy pronto todo el país".– "La época y la ocasión favorables, dice Camba, de dar un golpe ~ lo~ independientes, ya procurando destruir la primera expedición de Arenales al interior, ya buscando a San Martín con decisión, particu– larmente en Retes, se habían pasado y perdido ... La nueva división del general Arenales, fuerte de cuatro mil trescientos hombres se– gún Miller, y compuesta de los batallones de Numancia, Cazadores, números 2 y 7" y el regimiento de Granaderos de a caballo de los An– des, que tocaban casi las goteras de Huancavelica, sin más fuerza próxima para contener sus peligrosos progresos, que la cortísima que mandaba el coronel Caratalá; la excesiva escasez de bastimentos que se experimentaba en Lima hacía tiempo, y que impacientaba a sus habitantes; la falta de recursos para mantener y reemplazar las oajas del ejército; y la flor de los veteranos realistas, en los hospita– les o en el sepulcro, demandaban con imperiosa urgencia, la pron– ta evacuación de Lima; y sólo podría detener la resolución del virrey, d determinar el momento y modo de realizarla con la posible segu– ridad de las tropas y el menor daño de sus habitantes" (2). III Hay que insistir en que, aparte ae las graves dificultades que, para todos, trajo la escasez de provisiones surgida con el bloqueo por mar y el sitio por tierra,, los españoles tenían razones especia– les que aconsejábanles la salida~ Era, en primer lugar, premioso po– ner término al desmedro que el mal estad<? de la salubridad pública ponía en el personal del ejército, trasladando este último a regiones más bonancibles, que, cortando el espantoso desarrollo en él de las dolencias reinantes, conservase la amagada salud de los sanos, y (2) Camba, Memorias, I, págs. 397 y 398.
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