Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

342 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ Unos meses en las serranías, a la vez que conjurarían la tem– pestad llevada y descolgada por Arenales sobre el interior., colocarían al ejército real en condiciones de vitalidad bastante para hacer efec– tivo cualquiera de estos dos extremos: o aguardar y rechazar victo– riosamente una embestida, segura o probable de parte de los patrio– tas; o volver, ya rehechos, sobre éstos, en el momento más conve– niente y oportuno, para batirlos con la evidencia de vencer. V El plan, como bien lo asienta Mitre, hace honor a la inteligen– cia de los jefes hispanos; y su realización fue una página negra para la independencia del Perú, porque, según las ·palabras del propio es– critor, además de haber brindado al enemigo una base positiva y firme de operaciones, que, poniéndolo en contacto facilísimo con las huestes realistas del Alto Perú, dábale el dominio pleno de la zona sur; "prolongó la guerra por cuatro años, y quebró el poder de San Martín", erróneamente convencido de que "la posesión de la capital peruana bastaría para darle el triunfo definitivo" (4). Una vez decidido, ya no se pensó sino en llevar ese plan a efec– to. Propuesto y examinado en una junta de guerra, a que concurrió lo más granado del elemento militar existente en la capital, en el Callao y en el campo de Asnapuquio; y aprobado por los concu– rrentes todos, sin la mínima discrepancia, diose comienzo a los preparativos. Escudo inviolable de é~tos eran las negociaciones en– tabladas en Punchauca, Miraflores, la Motezuma y la Cleopatra, destinadas a adormecer al presunto atacante, que, con la ilusión ce– gadora de su "imperio sudamericano", no veía en sus comienzos la interesante finalidad de esos preparativos; los mismos que desdeñó enseguida, ya impuesto de su objeto por los avizores patriotas lime– ños, paladeando orientalmente la dulce ilusión del ingreso en la capital del opulento virreinato. Comenzóse por despojar a los templos de todas sus alhajas y riquezas valiosas, so pretexto de salvarlas de caer en manos de un enemigo, como liberal, '~irreverente"; y acondicionóse todo lo ex– traído, para su inmediata traslación, desoyendo las reclamaciones, quejas y protestas levantadas por conventos y monasterios con aquel motivo. Quebráronse o inutilizáronse, en seguida, las maquinarias de la Casa de Moneda, para que los patriotas no pudieran acu– ñarla; se entresacó, quemó o rompió, en todos los archivos pú– blicos, y primordialmente en la secretaría del virrey cuantos do- (4) Vida de San Mar tín, t . 111, pág . 119 .

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx