Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

CAPITULO 1 OCUPACION DE LIMA POR LOS INDEPENDIENTES I Aun explicadas como lo fueron en la proclama del 4 de julio, las iazones de la retirada emprendida por La Serna y sus fuerzas, lapa– dón partidarista, el odio reinante contra los españoles, el disgusto de las extorsiones ejercitadas por éstos, el contento de los patriotas al \-erse desembarazados de la férrea presión que estorbara todos sus actos y pensamientos, la saciedad del dominio colonial y ese hidrópi– co filoneísmo tan poderoso en nuestra raza y sobre todo en nuestro medio, presentaron la desocupación como una fuga, y dieron en pre– gonar y encarecer el mérito de la táctica pasiva empleada por el cau– dillo independiente. Dondequiera repetíanse frases suyas, entregadas a la pública admiración como oráculos de sabiduría o arranques de un don genial que se calificaba de profético. Contábase que, días an– tes (25 de junio), a bordo de la Motezuma, buque patriota anclado en la bahía del Callao, y al que San Martín en busca de salud, se ha– bía trasladado desde el campamento, habría, más o menos, proferi– do las siguientes palabras, en presencia de personas que lo urgían a la toma de la capital, como cosa eficaz y ya oportuna: "¿Qué haré con ocupar a Lima si la opinión de la ciudad me fuere adversa? Esa opinión, que los españoles mantuvieron cohibida es un resorte nue– ' o; y ha llegado eJ día en que deba revelar todo su poder. Mi plan por eso es muy otro del que todos imaginan: procuro cada día ganar aliados en el corazón del pueblo; y doy entretanto incremento a mis tropas, mientras las españolas se disuelven por la miseria y la deser– ción. No aspiro a conquistador, sino a libertador de este país. No quiero efusión de sangre. No avanzo: espero. A su tiempo, Lima cae– rá en mis manos, como caen en las del labrador, la espiga y el fru– to maduros: por sí solos, sin necesidad de extraño esfuerzo" ( 1). (1) Basil Hall, Diario de un viaje por las costas de Méjico, el Perú y Chile: 1820 a 1822.- Hall se volvió gran admirador y hasta panegirista de San Mar~ tín, y trascribe, como testigo presencial, las palabras que se reproducen en el texto. Viajaba en comisión de su gobierno y era comandante del navío bri– támco Conway, a la sazón fondeado en el puerto del Callao.

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