Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

358 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ 11 No tal creían ni aceptaban los conmilitones de San Martín, im– pacientes ante la inacción que su general parecía haber adoptado co– mo plan exclusivo, y enfurecidos ante la espera indefinida de resul– tados ajenos de su cooperación e independientes de su valor y de su potencia. El descontento era unánime: redundaba en desprestigio del caudillo y rayaba en insubordinación. Veíase con acerba preven– ción a Monteagudo, cuya pluma era, hasta esos momentos, el arma única esgrimida contra el adversario; y que, en el concepto general, pasaba por inspirador de los actos del vencedor de Chacabuco. Y cuenta Cochrane que, en los ágapes militares, que la propia inmovi– lidad hacía frecuentes, era éste el brindis obligaao de cuantos jefes y oficiales practicaban libaciones a la mesa: "A la salud, no de quie– nes escriben, sino de quienes pelean por la libertad del Perú" (2). 111 Con todo, la nueva de la desocupación de Lima y la idea de que, como consecuencia suya, pronto entraría el ejército libertador en la ciudad histórica, produjo natural regocijo en el campo. Mientras los limeños aplaudían el hecho, ponderando la paciente y eficaz labor del general neopadfista, éste, que ya de la Motezuma se había recons– tituído en su campamento, mostrábase, a su vez, satisfecho de esa labor y, con el momentáneo éxito que ella le significaba, dejaba en abandono sus deberes de político y de estratega, por el absoluto ol– vido de toda medida dirigida a la destrucción, no sólo posible) sino probable, del enemigo en esos momentos. Es evidente que, mientras la división de Arenales podría haber dado en el interior buena cuenta de Canterac y de sus tropas, San Martín, con las que le quedaban, estaba en condiciones de aplastar las reducidas y desmoralizadas del Virrey fugitivo, antes de que és– tas pudiesen tramontar la cordillera. Las inculpaciones de Cochra– ne, al condenar la habitual inacción del futuro Protector, son en esta como en otras ocasiones, justificadas; y se hallan corroboradas por la palabra <le amigos y enemigos, sin excluir a Mitre, su incan– sable panegirista. Hay momentos históricos cuya importancia y trascendencia están en la obligación de medir y aprovechar los hom– bres que se consagran a la guarda y defensa de los intereses gene– rales. La pasividad de San Martín en este momento memorable; su (2) Memorias, pág . 137 .

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx