Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

360 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ mas; así que, no contando con la eficacia de tal apoyo, o convencido de su insuficiencia, o desconfiando, en armonía con el sentir común, de su disciplina y moderación, el Ayuntamiento procedió, de propia cuenta, a solicitar del marino inglés Basil Hall, comandante del na– , -ío ·Conway, presente a la sazón en el Callao, el envío de un desta– camento de oficiales y marineros de aquel buque, que, con su pre– sencia, concurriesen a la afirmación de la tranquilidad pública y a la garantía de la propiedad. Mr. Hall defirió inmediata y galante– mente a esa petición (5). V Bien necesitaba el vecindario de tal medida, aleccionado por la experiencia que le dejaban los atropellos de los realistas, y que, en espera de la próxima ocupación de la ciudad por otro ejército, com– puesto de gentes que le eran desconocidas, por más que se ensalzase hasta las nubes su templanza y subordinación, temía las extralimita– .dones consiguientes a toda invasión militar, naturales y hasta nece– sarias en quienes tienen a sus órdenes la ciega omnipotencia de la fuerza bruta. Cierto que, como después diría la Gaceta de Gobierno, en el primer aniversario de la evacuación (6), ''aquel día se dieron en pú– blico el primer abrazo los oprimidos, sin temer que la expansión de sus sentimientos fuese denunciada como un crimen"; pero la ale– gría popular suscitada por el alejamiento de los opresores, llevaba en su fondo una interrogación inquietante, relativa a la conducta posible de los ocupantes presuntos; conducta que para todos re– presentaba µn enigma. Los españoles y sus familias, aunque especialmente recomenda– dos por La Serna en su nota a San Martín, eran, sobre todo, presas de esa ansiedad e incertidumbre flotantes en el ambiente público. ¿Quién les respondería de sus haciendas y vidas, desamparadas por sus compatriotas? ¿Quién habría de garantizarles, si no un trato amistoso, reñido con su nacionalidad, sus intereses y las circuns– tancias; a lo menos una tolerancia a que se creían con derecho por haber confundido su suerte con la del país en que ya obtenían terru– ño y hogar? Lenguas envenenadas echaron a volar la especie de que el ingreso de los patriotas sería seguido por un saqueo general. Mul– titud de mujeres asiláronse en los monasterios. Familias enteras di– rigiéronse a buscar refugio en los castillos del Callao; y no faltaron (5) Cochr ane, Memorias, pág . (6) Semestre 11, Núm . 4, del 6 ~e julio de 1822.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx