Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
OCUPACION DE LIMA POR LOS INDEPENDIENTES 361 algunas que saliesen en pos de La Serna y de sus tropas, resueltas a soportar las peripecias de la difícil y penosa retirada. No tanto los angustiosos rumores que corrían, cuanto el contagio de tales ejem– plos, propagado e!l la extensión y con la intensidad que el instinto adquiere en la psicología de las muchedumbres, levantó una conmo– ción jamás vista, y la consternación pública alcanzó proporciones alarmantes. Un peligro evidente y más próximo palpitaba en las en– trañas de la población herida, y su sola sospecha dio colmo a situa– ción tan desesperante. Partidas de negros, excitadas por los más fe– roces apetitos, dando rienda al odio secreto que alimentaron siem– pre contra los blancos, empezaban a constituirse y a saquear de– terminados domicilios en los sitios apartados. Pronto, engrosado su número y estimulada su avidez de lucro y de desquite, venarían tal vez sobre el centro de la ciudad. El Arzobispo y el clero procuraron en lo posible calmar la excitación, recomendando el orden, apelando al recuerdo de los precedentes favorables que en su abono traía el ejército patriota, y pregonando la confianza en la moralidad de su personal y especialmente en la de sus jefes. Día y noche trascurrie– ron en continuo sobresalto, hasta que se dejó oir, solemne y serena, la voz de San Martín. VI Este, como se ha dicho, se había, del Motezuma, restituido a su campamento, y tornó a salir de este último, apenas recibida la nueva de la evacuación; se embarcó en la goleta Sacramento y pre– sentóse en el Callao ( 6 de julio). Allí recibió la siguiente comunica– ción, que Montemira le había dirigido en el acto de salir La Serna y de hacerse cargo, por delegación virreinaticia, del mando militar y político de la ciudad "Como reconocerá V.E. por el papel que acompaño, y que me ha dejado el Excmo. señor general don José de La Serna a su partida de esta capital, se halla ella, sus representantes, y yo, como jefe, autorizaao por todo su vecindario, habitantes y los de los ~uburbios, para hacer con V.E. los tratados necesarios y convenien– tes, para el bien general y particular de todos. Nadie duda que V.E. cumplirá, religiosa y generosamente, todo lo que tiene anunciado y comprometido por sus papeles públicos, en orden a la seguridad personal e individual, de las propiedlldes, bienes y cosas de sus vecinos y habitantes, sin distinción ninguna de origen ni castas; pero lo que más interesa en la actualidad es que V.E. expida las instantáneas providencias que exige la vecindad de los indios y partidas de tropas que circundan la ciudad, y que, en estos momen· tos de sorpresa, podían causar muchos desórdenes, si V.E. no ocu·
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx