Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

OCUPACION DE LIMA POR LOS INDEPENDIENTES 363 Heras se encontraba en Lima, según promesa que hizo y consecuente con la frase que dirigió al Virrey, de que "mal podría, en instantes tan aflictivos, abandonar su sede archiepiscopal, cuando los monas– terios y sus ovejas todas clamaban por su permanencia"; creyó opor– tuno oficiar al jefe de la arquidiócesis peruana, a fin de utilizar, en alivio de la situación, la indiscutible influencia que en todas las cla– ses sociales de la capital habían siempre ejercido los representantes de la Iglesia. En ese documento manifestó al viejo prelado el con– suelo que le producía la noticia de su presencia, con la cual se evita– rían las tentativas de desenfreno a que veíanse expuestos sus mora– dores por parte de la plebe; le recordó las seguridades que, al Perú y a la humanidad entera, tenía dadas de su decisión de trabajar por la libertad y prosperidad del país; recalcó en la circunstancia de que sus acciones .iamás habían desmentido sus sentimientos y pro– mesas; y concluyó por ·suplicarle que excitase el celo de los sacerdo– tes en el sentido de coadyuvar al mantenimiento del orden y desper- 1ar la necesaria confianza en el corazón del pueblo. "Este oficio, dice Paz Soldán, confortó mucho al anciano prelado, quien se presentó, en momentos tan difíciles, como digno pastor de sus atribuladas ove– jas" (9). IX Ambas comunicaciones surtieron en parte el apetecido efec– to, ya que, sin significar un escudo de hecho contra los inconve– nientes de la anarquía y las posibilidades del desorden, encerraban la expectativa de una ocupación tranquila, daban una garantía de respeto a las personas y a la propiedad, estatuían el olvido de lo pasado y la tolerancia de las opiniones adversas, y, si envolvían la amenaza de enérgicas represiones, aparecían éstas limitadas a sólo las faltas venideras. Mejor que pasar el tiempo en multiplicadas comunicaciones, habría sido que el caudillo libertador se constituyese en la población por sí mismo, de modo inmediato y con las necesarias fuerzas, pues– to que toda formalidad exterior aparecía superflua y banal para la aprehensión incruenta de una plaza que a gritos clamaba por su presencia. Pero escrito estaba que, aun en esto, había de brillar la ceremoniosa calma que sella todos sus actos del Nor-Pacífico. ''No va inmediatamente, dice Mitre: espera que la ciudad se pronuncie, para presentarse, no como conquistador, sino como auxiliar y pro– tector" (10); reflexión curiosa, porque el auxilio y la protección (9) Historia del Perú independiente: tomo I, pág. 183. (10) Ob . cit., t . III, págs. 120 y 121.

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