Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
364 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ amistosa, debieron, para serlo, no aplazarse un momento; y, antes bien, los oficios y parlamentos, esperas y comisiones, imprimieron en los preliminares del acto el timbre de las expansiones y formulis– mos precedentes a un ingreso por conquista, reñido con la aquies– cencia declarada y abierta voluntad manifestadas por todo un pueblo. X Sólo al día siguiente (7 de julio) penetran en la mañana, a to– que de corneta y con la bandera blanca de los parlamentarios, dos emisarios de San Martín, portadores de las comunicaciones prece– dentes. Dirígense a la casa del Ayuntamiento. Los circunstantes acu– den, gruesa multitud los sigue, la nueva se difunde, el pueblo se agolpa y aglomera frente al palacio capitular; y hácense así más amplio el conocimiento, más rápida y segura la difusión de las ofer– tas y declaraciones que en sus misivas ha estampado el cabildo inde– pendiente. Las alarmas· de la víspera ceden el campo a la confianza y la reflexión. Renace la calma, y se afirma, con el ingreso, enlatar– de del propio día, de un destacamento de soldados a caballo, y de otro de infantería al día siguiente. Con uno y otro se establece un servicio continuo de patrullas ambulantes y de policía yacente, que imponen el orden y la quietud por todas partes. El cabildo, que se ha reunido apresuradamente, para abrir, leer y deliberar acerca del contenido de las notas enviadas por San Mar– tín acuerda el envío y la presentación, ante éste, de una misión cuá– druple -esto es, constituída de dos individuos por parte del muni– cipio, y otros dos en representación del encargado del mando político y militar- que ponga la ciudad a órdenes del anhelado caudillo, y le suplique entrar en ella, para regocijo y tranquilidad de su vecin– dario, que -le dicen- le es en lo absoluto decidido y afecto. El Arzobispo, contestando al oficio de San Martín, hace súplica igual y formula parecidas protestas. XI San Martín recibe a los comisionados con su habitual cultura y moderada benevolencia; acepta gustoso sus manifestaciones, y ofre– ce dictar en el acto las medidas conducentes a la ocupación y guarda de la capital que así, de par en par, le abre gozosa sus puertas. Hace que el ejército avance y se tienda en línea cerrada desde Mirones hasta el Callao. A la vez que de ese modo instaura el asedio de los castillos, pone la población al abrigo de cualquier·sorpresa o salida, posibles de intentar por la gruesa guarnición que en ellos existe y que
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