Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

OCUPACION DE LIMA POR LOS I DEPENDIENTES 369 espíritu romántico, carácter novelesco, corazón imanado por la fa– ma, apasionado de la gloria, idólatra del heroísmo; prototipo de aquella belleza marfilina que distingue a las beldades de su pa– tria; pálida excelsitud en cuyas pupilas chispean el fuego del amor y la llama de la idealidad; halago ardiente, tentación satánica, pre– destinados a derretir la nívea rigidez del guerrero paciente y cal– culador, y a poner nuevos y más apretados grillos en la ya enfer– miza energía y actividad decadente del Aníbal de los Andes. Eran las diez y media de la noche. El bullicio se había extin– guido; buena parte del concurso se había retirado; también bajo el hondo imperio de aquella intensa emoción final, hízolo el aclamado corifeo, que momentos más tarde perdíase en las sombras, camino de Mirones y La Legua; lugar, este último, en que había establecido su cuartel general. XIV Volvió a Lima el 11 temprano, después de dictar las órdenes que de pronto requerían la estabilidad y conservación del ejército. En la ciudad consagróse a la expedición de ciertas medidas impues– tas por la situación intraurbana; a fin de sellar la calma restableci– da; infundir en la población aquella confianza inspirada por las ga– rantías que en torno suyo vierte un poder verdaderamente protec– tor; y proveer a las primeras exigencias administrativas de un esta– do político en que todo tenía que crearse, en sentido congruente con las necesidades de la resolución; porque todo, como emanado del antiguo régimen, estaba condenado a desaparecer. El mismo 11, a la vez que San Martín daba comienzo a la mi– sión política que, para desprestigio suyo, y desgracia nuestra, creyó haber traído de preferencia al Perú, Cochrane, que desde el 2 se ha– bía venido del campamento al Callao a bordo del San Martín, apres– tábase a embestir la plaza, y hacía que, con tal objeto, se presenta– ran el 12 y dieran fondo frente a ese puerto, la O'Higgins, el Lautaro, la Pueirredón y el Potrilla. Como la actitud y los preparativos del Almirante y de sus fuer– zas fuesen palmarios, los españoles, aleccionados por una amarga ex– periencia, y creyéndose de antemano perdidos, decidieron echar a pi– que la fragata San Sebastián, único elemento de consideración que por entonces poseían a flote, para impedir que aquel desconsolado resto de su poder naval cayese en manos del enemigo. Con tan de– sesperada resolución, que en el acto llevaron a efecto, consumaron :-u impotencia en el mar, y el predominio excluyente y abrumador de los patriotas en toda la extensión del Pacífico.

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