Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

370 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ XV Aisladamente contemplada, la ocupación de Lima no dejaba de constituir un triunfo, a la par bélico y moral: bélico, porque había arrastrado a las autoridades y fuerzas realistas a descubrir con ac– tos tangibles su momentánea impotencia; las había forzado a aban– donar y ceder la más considerable población del virreinato; y lanzá– dolas en una retirada que semejaba una derrota; moral, porque, con tales hechos, quedaba aplastada la hasta entonces indiscutida respetabilidad de1 dominio hispano, opacado su brillo tradicional y liumillado su orgullo. De otro lado, exaltaba hasta las nubes, con la eficiente potencia del ejército libertador, el cálculo, la previsión y el crédito de su caudillo; daba un punto de apoyo y de propulsión al movimiento emancipador; dotaba de un centro a su autoridad y su fuerza, precisamente en la sede histórica de cuanto poder había, desde la conquista, surgido en el Perú; y templaba el nervio a la vez que destacaba las apariencias de su beligerancia, con el prestigio de un asiento secular, el más poblado, rico e importante del terri– torio. Pero, por eso mismo, la ocupación debía representar sólo un descanso, una etapa en la empresa, destinados a servir de prepara– dón y de arranque instantáneos a postreras y decisivas operaciones. Sin el propósito de continuar y asegurar lo obtenido, la conquista radicada en la aprehensión de Lima habría de ser precaria y, como precaria, apócrifa. Detenerse: he ahí el error. Y ese fue el que co– metió San Martín. XVI Ya dijimos que no se trataba de un enemigo aniquilado e inca– paz de reponerse. Al contrario, aunque desmedrado por las enferme– dades y deserciones, su total resultaba siempre superior en número al del ejército patriota; y, comprendiendo sabiamente que habría de mantenerse cohibido por la presión de un medio adverso, cual era el de la capital, se colocó, con el hecho solo de su salida, en con-· diciones de ostentar en breve todas las ventajas que tenía renuncia– das y que había menester para ser terrible. Y, por más que las apa– riencias de aquella salida indicasen una inferioridad moral que exa– geraron la pasión y el interés políticos, en su fondo guardaban un propósito estratégico que elevó a gran altura el concepto lastimado de sus jefes, y que, andando el tiempo, dio los espléndidos resulta– dos que éstos apetecían.

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