Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

372 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ cuentra nada que alegar en su favor ante tan saltantes yerros; con– fiesa que éstos comprometen la responsabilidad de San Martín ante la historia; y asienta, como García Camba, que los españoles jamás pudieron comprender cómo tan apreciable capitán pudiese haber in– currido en tales contemporizaciones (15). Mientras Canterac, con su simple aproximación, ponía término a la penetración triunfal de Arenales, La Serna protegía el movimien– to de aquél, y amagaba el flanco o la retaguardia del general pa– triota, perplejo y descorazonado ante las órdenes que recibía de abandonar la sierra y replegarse sobre Lima. Ya veremos, en su oportunidad, cuáles y cuán fundadas fueron las observaciones del vencedor de Paseo a las inconsultas e inexplicables disposiciones de su jefe; y cómo esas observaciones constituyen un capítulo tremen– do de acusación contra el mismo. Cobraron así entera eficacia los planes de los realistas: rehicie– ron en toda calma su ejército, en medio de la abundancia y al am– paro del clima; desalojaron, sin esfuerzo de su parte, las fuerzas contrarias; monopolizaron el dominio del interior; ensancharon sus filas; aseguraron sus subsistencias; maniobraron, a lo largo de la sierra, indemnes y a su arbitrio; cubrieron el sur, del cual hicieron su base de operaciones; abrieron contacto y comunicación seguros y frecuentes con el Alto Perú; inutilizaron las expediciones a inter– medios, o, por lo menos, circunscribieron su radio y limitaron sus efectos, que, en la hipótesis opuesta, habrían sido desastrosos; se pusieron en situación de ampliar o reducir, y en todo caso escoger la periferia de sus asaltos; se convirtieron en un peligro cierto, en una amenaza de cada instante; retomaron la ofensiva; prolongaron 1a guerra por más de un trienio; y erigieron, a los ojos atónitos de sus adversarios, el fantasma de un prestigio y el de un poder que nos impulsaron a nuevos e innecesarios sacrificios. Perdióse, de tal manera, la oportunidad brillante que se ofrecía, de terminar la guerra mediante uno o dos golpes de audacia, que habrían dado a San Martín la gloria de ser nuestro único y verdade– ro libertador; y que, omitidos, dejaron por conquistar íntegramen– te la independencia de hecho, encerrando el esfuerzo del general argentino en el estrecho círculo de una independencia de pura fór– mula, cual fue la proclamada el 28 de julio de 1821; restringieron su papel histórico a la silenciosa labor directiva y rutinaria de la mera administración; redujeron su nimbo de gloria a los destellos de su indirecta y lejana participación en los triunfos de Paseo y de Pichincha, opacados por el voluntario retiro de la segunda expe- (15) Ob. cit., torno 111, pág . 125.

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