Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

OCUPACION DE LIMA POR LOS INDEPENDIENTES 373 dición de Arenales y por el desastroso fracaso de la primera expedi– ción a intermedios; y sellaron su misión en el Perú con las notas deprimentes del tanteo, de la vacilación, la ceguera, la inactividad y el formalismo. XVIII No calumniamos al héroe, para nosotros grande y admirable, a pesar de todo; creador, nervio y propulsor de la oleada homérica, lanzada, a través del Pacífico, contra el baluarte mayor del poder hispano, para rebotar sobre los Andes y estallar, entre llamaradas de gloria, como tromba de venganza, castigo y redención, sobre las pampas de Ayacucho. No. El mismo, en documentos suscritos de su puño, manifestó, de un lado, la importancia que vanamente atri– buía a la posesión de Lima, no obstante tener al frente un ejército adverso superior, amenaza palpable que cualquier neófito pudo haber entrevisto; y, de otro lado, expresó la seguridad infantil de que tal posesión significaría el término de su campaña, la corona– ción de su carrera y la consumación de la independencia y de la li– bertad del Perú. Ambos errores palpitan en su correspondencia, da– da a conocer sucesivamente por Vicuña Mackenna y por Mitre; y no dejan la menor duda acerca de la pequeñez de alcances, la imprevi– sión y pasividad capitales reveladas por aquel caudillo, apenas puso e] pie en la capital de los Virreyes. El mismo 6 de julio, en que quedaba terminada la evacuación de Lima y preparábase el ingreso del ejército libertador, decía en carta al Director O'Higgins: "Al fin, con paciencia y movimientos, hemos reducido a los enemigos a que abandonen la ciudad de los Pizarras. Al fin nuestros desvelos han sido recompensados con los santos fines de ver asegurada ?a independencia de la América del Sur. El Perú es libre!". Asegurada la independencia de América. . . ¿por qué? Libre el Perú . . . ¿cómo? Si, dejada una guarnición suficiente para garantir el orden urbano y prevenir cualquier ataque o sorpresa de parte del doble millar de españoles dejados por La Serna en los castillos, hubiera inmediatamente salido en persecución de este último; aban– donado la estrategia de observación y de espera; entrado en una campaña de verdad, que impidiese al enemigo rehacerse y produjera en él igual o mayor daño que el que su penetración causó en la mi– sión de Arenales; encerrado al adversario en un círculo de hierro, con el vencedor de Paseo dentro y sus propias huestes fuera; obligá– dolo, cansado, enfermo, por la marcha y la deserción, a hacer alto y presentar cara, así en detall, con vehementes probabilidades de

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