Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

376 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ inteligencia y la dirección, del crédito y los elementos que en ella pudieron haber puesto las clases superiores - no hay que olvidar los heroicos esfuerzos de Aguilar y Ubalde, Silva y Anchoris, Gómez, Alcázar y Espejo; los cruentos sacudimientos de Zela, Castillo y Pai– llardelle; y la formidable sublevación de Béjar, Angulo y Pumacahua_: todas fracasadas, no por falta de espíritu 1 ni por carencia de hom– bres fuertes - ya que eran necesarios mayor arrojo, más abnega– ción, más profundo desprecio de la vida y de la muerte, en quienes pretendían socavar el poder español en el centro mismo ·de sus re– cursos, en el nervio de sus energías, en el foco de su prestigio y de su fuerza -; sino porque, cabalmente, estos factores hubieron de ser más intensos, instantáneos y eficaces, aquí en la propia sede del dominio hispano, que lo que pudieron ser, y fueron a la distancia, en Quito, Chile y el Alto Perú. ¿No fracasaron los argentinos en Co– tagaita, Paraguari, Tibicuari, San Nicolás, Huaqui, Vilcapugio, Ayo– húma y Sipesipe? ¿No pasó igual cosa con los chilenos, en Concep– ción, Yerbas-Buenas, San Carlos, Chillán, Gomero, Talca, Rancagua y Cancharrayada? (18). ¿Fue también por falta de espíritu nacional y carencia de hombres fuertes? Mal camino llevan quienes, por de– primir a una colectividad, ponen mano aleve en defectos, vicios y faltas que son generales y comunes a todos sus congéneres. No tuvo nuestra patria la dicha de proclamar y la de mantener su autonomía al amparo de la absoluta desentendencia a que Espa– ña relegó, verbigracia, la revolución platense. La Argentina, libre, desde el primer instante, de toda clase de expediciones y amagos, pudo por eso, en el pleno y tranquilo goce de su presente, con la convicción de su seguridad, consagrarse al meritorio . objetivo de t.alvarse por completo a sí propia, concurriendo a la salvación de sus otras hermanas de América. Los patriotas peruanos no podían hacer eso, porque tenían en– dma el pié firme y la mano férrea de sus dominadores, ocupados en aplastar, como aplastaron, con nuestro oro y con nuestra sangre, los movimientos autonómicos de otros pueblos; labor en la cual; a la vez que deprimían nuestra vida, decadente y exangüe, manteníannos, en inmediata vigilancia, condenados a una incurable impotencia. Así, el continente entero comprendió cómo, sin la libertad e indepen– dencia del Perú serían ilusorias o momentáneas la libertad y la in– dependencia de América; y sus libertadores, todos, creyeron que esa (18) Washington, Green, Lafayette y demás próceres norteamericanos, antes de coronar el grandioso desprendimiento autonómico de los EE.UU. de América, hubieron de lamentar los descalabros y derrotas, algunas abrumado– ras, de Brooklyn, Brandywine, Germantown, Bryar-Creek, Savannah, Charles– ton, Campden y muchos otros.

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