Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
OCUPACION DE LIMA POR LOS INDEPENDIENTES 377 libertad, esa independencia, por propio interés, para felicidad co– mún, deberían constituir la obra primordial de su misión, como que era condición de su vida, exigencia de su porvenir, base única, esencial, de su tranquilidad, de su seguridad y de su suerte. Imputar al Pero, como delito suyo, la imposibilidad en que se veía de sacu– dir el yugo, abandonado a sus propias fuerzas, es tanto como mo– tejar a Mercurio su privación de toda flora y de toda fauna, por gi· rar, como gira, hundido casi en las abrasadoras claridades del sol. XXI Verdad también que las insurrecciones peruanas pecaban de jnconsistencia; que sus alistamientos fueron, como no podían dejar de ser, embrionarios; que carecieron de generales nativos y que la entidad sociológica en que llegaron a producirse, constituía, como sucede hoy mismo, una masa heterogénea, antigua y profundamente dividida por antagonismos histórico-étnicos. Pero tal inconsisten– cia, tal rudimentarismo, fruto de tres siglos de oscuridad, de servi– dumbre y de aislamiento, no fueron achaques exclusivos de la in– dependencia peruana: fuéronlo de todas las luchas promovidas, a favor de su propia causa, por las demás colonias de nuestra escla– vizada América. Invoquemos respetuosamente los desastres y las desventuras de Hidalgo, Morelos, Rayón, Victoria y Mina, en Méjico; en Venezuela, las de Miranda, Mariño, Piar y Bolívar, éste último mil veces vencido y en cinco sucesivas expediciones deshecho; las de Nariño, Urdaneta y Santander, en Colombia; las de Salinas, Quiro– ga, Caicedo, Montúfar y el mismo Sucre, en el Ecuador; las de Ca– rrera y O'Higgins, en Chile; y, en fin, las de los argentinos Castelli, Balcarce, Belgrano y Rondeau, en el Alto Perú. . . ¿Fueron esos ge– nerales producto necesario, congruente, repentino del medio social; o genios suscitados milagrosamente por el destino, para, de golpe y con los rayos de una sabiduría y una estrategia infusas, crear, de un solo final, las nuevas nacionalidades, a la manera que el brazo olímpico y el genio suprahumano de Napoleón desmenuzaban y eri– gían imperios? ¿No se labraron acaso, todos ellos, en la ruda escue– la del dolor obstinado, de la lucha pertinaz, de una amarguísima experiencia? ¿Sus esfuerzos y sacrificios viéronse desnudos de em– brionarismo? ¿Revelaron por ventura, en general y desde su origen una sólida consistencia? No somos de los que creen que la independencia americana fuese, en el tiempo mismo de su proclamación, ya que no en el de su conquista, no efecto facticio de factores externos apreciabfes
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