Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
OCUPACION DE LIMA POR LOS INDEPENDIENTES 379 te tales hechos ¿podría decirse con razón que no estaba insurreccio– nado el Perú? XXII Debemos tomar como una broma, y de mal gusto, la asevera– ción de que Lima resultó sepulcro de la división vencedora en la segunda capaña de la sierra. ¡Vencedora! ¿De quién? Tal división en vez de ofrecérsenos como vencedora, fue, al contrario, entre las protestas de su inmediato jefe y en medio a la estupefacción de sus oficiales y soldados, retirada sin combatir; y sepultada, sí, pero sólo en la inacción y la molicie, no por culpa de Lima ni del Perú, sino del capitán general independiente, que así puso desapoderadamente to.. do el resto del país bajo la dura planta de sus verdugos; abandonó el interior a su explotación y su furia, negándole el auxilio a que te– nía derecho y que se le había prometido; burló su fidelidad y depri– mió su entusiasmo, que se vieron desamparados y perdidos. Cochra– ne lo dice bien claro, con ese fuego que en la palabra infunden la verdad y la justicia: "No habiendo encontrado oposición el ejército realista, y habiendo quedado abandonadas las poblaciones que an– tes se habían adherido a la causa de la independencia, los españo– les cometieron grandes excesos entre los habitantes del interior, so– metiéndolos a los rigores de la ley marcial y sin que encontrasen protección alguna. Esto era más notable, desde que ellos habían ne– gado obediencia al Virrey, fiados en la protección que se les ofre– ció" (19). XXIII Lejos de descargar a su héroe de la responsabilidad que le en– rostra la historia, tal responsabilidad acrece con las otras excul– paciones alegadas por Mitre. Si el territorio en que aquél debiera obrar era malsano y escaso de recursos, si la peste tenía en él des– medrado el ejército, si la región estaba desprovista de hombres fuertes, y si la molicie de la Capua americana habría de traer la ener– vación de la disciplina ¿a qué esa permanencia pertinaz, por qué esa fijación inmóvil expectante y cuasi extática, en teatro tan laxante, en medio tan depresor del valor y de la energía? ¿Quién el res– ponsable? ¿No era lo natural, lo necesario, abandonarlos? ¿Tra– montar la cordillera, solivantar al paso ese pueblo adormecido, "no insurreccionado" que, sin emoargo, habíase sacudido entusias.. (19) Memorias, pág . 143.
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