Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

382 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ El 6 de julio, horas después de la evacuación de La Serna, había dicho a su ferviente amigo y admirador Basil Hall, aquel marino in– glés que ya conocemos como jefe del navío Conway: "Mi deseo es que este país se gobierne por sus propias leyes. No me toca interve– nir en su sistema político, Daré al pueblo los medios de proclamar su independencia y aquellos que ha menester para instaurar el gobierno que más le acomode". Quizá si -hasta la proclamación y jura del 28 al 29 de julio– perseveró en este propósito, que días después abandonó, en deplo– rable contradicción con su pasado, con perjuicio de su misión y para ensombrecimiento de su nombre. Sea lo que fuera, conceptuó ante todo necesario declarar la independencia del Perú, y hacer tal declaración en forma extraordinaria y solemne, capaz de herir pro– fundamente el sentimiento nacional, y de comprometer, en forma ;más decidida, a la defensa y consecución de objetivo tan alto como trascendente. III Enemigo declarado de las asambleas legislativas, que tan pési– mos efectos ofrecían a sus ojos en su propia patria y en Chile; lleno de horror ante la sola idea de sus elecciones desordenadas, debates calurosos, resoluciones ilógicas, arranques súbitos y manifestacio– nes violentas; pero, deseoso de imprimir en el acto mismo y en su consiguiente exteriorización, el prestigio antelado de las soluciones democráticas, el brillo de la aceptación popular, el óleo de la consa– gración pública, recaídos como consecuencia de una consulta recien– temente efectuada en la nación francesa, sobre todo a la erección del imperio napoléonico; resolvió dirigirse al Ayuntamiento, órgano nato del pueblo y consuetudinario de todas las revoluciones de His– pano-América, planteando en forma la enunciada consulta y provo– cando de este modo la manifestación que buscaba. Hízolo el 14 de julio en los términos que siguen: "Deseando proporcionar, cuanto antes sea posible, la felicidad del Perú, me es indispensable consultar la voluntad de los pueblos. Para esto espero que V. E. convoque una junta general de vecinos honrados, que, representando al común de habitantes de esta capi– tal, expresen si la opinión general se halla decidida por la indepen– dencia. Para no dilatar este feliz instante, parece que V. E. podría elegir, en el día aquellas personas de conocida probidad, luces y patriotismo, cuyo voto me servird de norte para proceder a la jura de la independencia, o a "ejecutar lo que determine la referida

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