Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

30 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ fuera, de que San Martín obraba así tan sólo transitoriamente, mien– tras pudiese dar. la gran batalla que el general español le supone en mientes. Si tal hubiese sido la finalidad del guerrero argentino, habría éste procedido muy bien. Evidentemente que Bolívar habría, tarde o temprano, dado esa gran batalla; pero ésta última parece que jamás estuvo en el pensamiento de San Martín, ni antes ni después de la ocupación de Lima; todo por el error, que a su vez ya palpare– mos, de Greer que la posesión de Lima primero, y de la plaza fuerte del Callao después, eran, en definitiva, la emancipación del Perú. IX Dedúcese que, si San Martín hacía bien en adoptar una pasividad transitoria o momentánea, hizo muy mal en sostenerla como procedi– miento persistente e invariable de esa estrategia negativa que carac– terizó, degradándola, su personalidad política y guerrera en el Perú. No lo afirmamos nosotros: oigamos, al contrario, el fallo inapelable del más disciplinado y glorioso, del más imparcial y rígido de los sub– alternos de San Martín; insospechable, por la religiosa admiración y la lealtad cerrada, inconmovible, que siempre profesó a su jefe. Ese subalterno es el inolvidable Alvarez de Arenales, que, contrayéndose al tópico tratado en este capítulo, habla de este modo clarísimo y ter– minante: "Si los sucesos pueden servir de regla para decidir las cues– tiones de la guerra, es oportuno recordar que, desgraciadamente, no fardaron en comprobar los justos presentimientos del general Are– nales ( 25). Los españoles se rehicieron en la sierra, sin que nadie los molestara; volvieron a los arrabales de Lima, antes de los tres meses de su salida; pudieron retirarse sin ser batidos; y poco des– pués atropellaron y deshicieron la nueva división situada en lea a las órdenes del bisoño general Tristán. Sucesos de mayor bulto con– tinuaron el desenlace de estos antecedentes. . . La guerra no ter– minó hasta principios de 1825, después de tremendas alternativas. El mismo general en jefe envainó su sable; rehusó sostenerse en el teatro (de su acción); y volvió la espalda a una eminencia donde estaba la palma que supo conquistar Bolívar (26). ¿Qué más agregar al conciso y sencillo dictamen del integérri– mo vencedor de Paseo? . . . (25) Recuér dese que las Memorias de este caudillo fueron redacción del hijo, pero narración y sugestión del padre mismo en hechos y comentarios. (26) Memoria histórica r ef . pág . 108 y 109 .

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