Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

400 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ redan encabezadas por un exordio razonado, o coronadas con un epílogo corroborativo. "Limeños" -decía San Martín, hablando como siempre, en primera persona:- "he visto con placer vuestra decisión por la independencia que hemos jurado. Esta es preciso sostenerla liasta con la vida. Corramos a las armas, y yo os ofrez– co que, si me ayudáis, en seis meses no existirá un enemigo en el Perú. Ocho meses es lo que os exijo de sacrificios, para que os res– tituyais al seno de vuestras familias, cubiertos de gloria. Esto os ofrezco, y yo sé cumplir lo que prometo". . No comentemos nosotros; dejemos la palabra al general Mitre: "No era imposible, dice este último, no era imposible aquella pro– mesa, si la palabra hubiera sido acompañada por la acción. Pero, lejos de esto, no sólo no dio nuevo impulso a la guerra, sino que la paralizó cometiendo graves errores miiltares" (7). XVIII Sabemos ya que Monteagudo, desde mucho antes, en el cuartel general de Huaura primero, y en el pueblo de Barranca después, había publicado un decenario intitulado El Pacificador del Perú. Como hombre de talento, como político experimentado en las revo– luciones hispano-americanas, en dos de las cuales, la argentina y la chilena, había colaborado sobresalientemente. comprendía bien el temible poder que la prensa ejercía sobre la opinión de los pueblos, ya para empujarlos favorable y vigorosamente en el sentido de su emancipación, ya para confirmarlos en la resolución de conseguir esta última, y, una vez obtenida, conservarla, asegurarla y sostener– la. La imprenta, para el futuro detestable ministro, era, con la se– cretaría privada de San Martín, que personalmente servía, lo que él denominaba su departamento de zapa; así que siempre había me– recido su predilección y le había dedicado toda clase de desvelos. "Es preciso -decía en carta a O'Higgins del 4 de enero- es preciso confesar que, hasta ahora, todo se ha hecho con la pluma, y que só– lo ésta ha podido poner la opinión en el estado en que se halJa" (8). Ya vimos que esta preferencia, de la que también participaba San Martín, provocó en el Ejército honda prevención contra Monteagu– do y sus métodos, y cierto descontento contra el vencedor de Maipú, ya que ambos parecían -como lo manifestaba el nombre mismo del periódico dado a luz en el campamento- inclinados, digámoslo así, a una guerra pacifista, y por tanto paradójica; guerra de palabra (7) Ob. cit., tomo III, pág. 125. (8) Don Bernardo Monteagudo, por C .L. Fregueiro; pág . 269.

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