Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
CAPITULO IV LA PESTE Y SUS ESTRAGOS 1 Aproximábase a su término el verano de 1821 -uno de los más rigorosos en la historia meteorológica del Perú- cuando, en la peli– grosa transición de esa estación ardiente a los nocturnos fríos de los comienzos otoñales, estalló epidemia mortífera en uno y otro campo, el de Huaura y el de Asnapuquio. Pudo este último ser, como fue, un sitio estratégico de primer or– den, acertadamente escogido para servir de escudo a la capital, de la que distaba tan sólo una legua; ora manteniendo constante vigi– lancia y vivo oteo sobre el invasor; ora impidiendo un avance suyo por tierra; ora expeditando un rápido retroceso y un rechazo opor– tuno de cualquiera intentona sorpresiva por mar. Pero, higiénicamente, aquel acantonamiento resultó un desastre. Su mismo nombre ( 1), de etimología quechua, acusaba la noto– riedad antiquísima de sus pésimas condiciones climatéricas. La hacienda de Asnapuquio, como ya se expuso en otra parte, está emplazada al extremo oriental de un valle, limitado, al norte por las haciendas de Oquendo, La Granja y La Repartición; al sur por las de Taboada, Santa Rosa y la Mulería; al Este, por la Repartición y la Aliaga, acequia de Piedra Liza de por medio; y al oeste, por el mar. Tal valle es una hondonada larga y estrecha, tendida de la costa al interior, y embaulada entre los cerros boreales de la Candela y la Repartición, y las australes de Reglas y La Chavarría. En él ofré– cense, hacia el orto, una alfombra ininterumpida de puquiales; esto es de aguas surgentes del subsuelo, que, privadas de declive fácil para evadirse y correr, se empozan sobre el terreno, o se distienden paulatinas en otra serie de ciénagas, jagÜeyes, tembladeras y pozos poco profundos, a través de los cuales el pasaje es imposible, so pena (1) Pucllo o puquio, manantial, fuente, emanación líquida subterránea y ashna o asina, pútrida, pestilente y, en consecuencia, fétida.
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