Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
32 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ de hundirse la cabalgadura hasta el cuello, sin poder salvarla muchas veces. Dedúcese que, por una parte, los miasmas despedidos por aque– llas aguas estancadas, corrompidas y, por eso, malolientes; y, por otra, la nube de mosquitos procedentes de la infinidad de larvas for– madas en su seno, tenían que ser una fuente inagotable de paludismo, esa terrible enfermedad endémica de la costa y de "los llanos". II Se comprende, pues, que, constituído el ejército español casi to– talmente de aborígenes oriundos de las serranías, habituados a los aires puros y libres, fríos y secos, sanos y tónicos de la gran cordi– llera, padeciesen inmediatamente, ya no sólo por los terribles efectos del mero y súbito cambio a temperamentos, como el de Asnapu– quio, extremadamente ardoroso y húmedo, sino por ser las preferen– tes víctimas del paludismo tropical, como hoy mismo ocurre con los braceros numerosos que agentes ad hoc enganchan para los trabajos de los fundos cañaveleros y algodoneros de la faja cisandina. Sabido es que la fiebre palúdica desarróllase, más que nunca, en los meses estivales, durante los cuales el calor, favorable para la mul– tiplicación de la vida, y el fermento, con el de las aguas detenidas o pantanos, favorecen la procreación de las larvas o gusarapos pató– genos, raíz exclusiva de la dolencia en cuestión, diezmadora y cruel para los costeños, pero principal y terriblemente mortífera para los serranos. Caían éstos con la endemia a centenares; y, con gran desmedro para los efectivos en acción, tenían que ser trasladados a Lima, para su curación en las casas de caridad. III Presto, a los naturales estragos del flagelo, añadióse el deplorable estado de la pobreza en que hallábanse las cajas del ejército, que ape– nas si alcanzaban al soldado un rancho escasísimo, casi siempre ca– rente de carne y, por tanto, exhausto de potencia alimenticia. Ya he– mos visto como, para conseguir ganado gordo y sano, hubieron de emprenderse expediciones tan lejanas cuanto peligrosas, particular– mente a las alturas y pastales de Yauyos, Canta y Huarochirí. Cogidos, pues, los soldados indios por el mal palúdico, misera– blemente alimentados y, por eso mismo, débiles, fue inmensa en
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