Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

LA PESTE Y SUS ESTRAGOS 33 ellos la mortalidad. Fallecían, por término medio, veinte hombres por día. Calculábase en tres mil el número de los enfermos existentes en los hospitales. Tan sólo en el de Santa Ana contábanse mil siete. Ya hemos dicho que, atendidos solícitamente, en tales establecimien– tos, por las señoritas y señoras de la sociedad de Lima, y catequiza– dos por la cariñosa palabra y sugestión de los médicos patriotas -como Tafur, Pezet, Falcón, Fuentes y Unanue- esos soldados sa– lían, al recobrar la salud, predispuestos a la deserción, que ora de– volvíalos gozosos al terruño de origen, empujados de invencible nos– talgia; ora arrastrábalos al campo independiente o a los grupos de guerrillas, para engrosar, como ocurría diariamente, las filas defen– soras de la Patria. IV La carestía y la hambruna provenientes del rigoroso asedio en que esas guerillas pusieron luego a la ciudad, dieron triste corona– ción al cuadro de dolor y muerte aquí apenas esbozado. Hallándose rebosantes los hospicios, y no admitiendo al fin ni un solo enfermo más, viose el virrey en la dura precisión de ex– pulsar de sus conventos algunos frailes, a fin de instaurar, eri los \sacros claustros y salones, enfermerías más cómodas e higiénicas aunque provisionales. Tal se hizo con los padres mínimos de San Francisco de Paula el Nuevo, existentes en la calle de Malambo; padres que volviéronse a la casa vieja, fabricada poco liada (en 1711), pero totalmente destruida por el terremoto de 1746. Esta situación, prolongada indefinidamente y reagravada cada vez más, fue una de las causas poderosas que influyeron en el ánimo de La Serna para decidir, como decidió, con el voto favorable y uná– nime de sus conmilitones, la evacuación y el abandono de Lima y la retirada decisiva, camino de la sierra. V Lo que el hambre y la miseria suscitaron en el campo de Asna– puquio, promoviéronlo la abundancia y la hartura en el de Huaura. La abundancia de frutas frescas y deleitosas, ofrendada por una naturaleza lujuriosa, en una tierra excepcionalmente pródiga y feraz; frutas casi todas desconocidas para los soldados venidos de la zona templada del sur; y que éstos, sin costo ni trabajo alguno, tenían a la

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