Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

38 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ menos que a la intemperie; mal apenas remediable con algo que, de momento, resultaba imposible: la fabricación de salones verda– deramente hospitalarios. Vese por otro lado, que (gracias al descuido y la imprevisión del gobierno de Chile, como asiéntalo el propio Monteagudo), había una absoluta carencia de medicinas, ya dos veces reclamadas oficial y exigentemente por San Martín (17); al extremo de tener que pur– gar a los adolecientes con agua del mar; y de ser muchos, muchísi– mos los extintos "por mal curados o por falta de asistencia" (18), pues no se daban a basto los barchilones y los médicos (19). Los bo– tiquines de la expedición libertadora, escasamente provistos, se ha– bían agotado. ¿Cómo subsanar esa falta, cuando a mediados de junio, llegó a haber tres mil enfermos (20); hubo día de cien defunciones (21); se encontró batallón "que no tuviera gente para cubrir sus guardias" (22); y hasta se afirma que "hubo momento en que los se pultureros se vieron alcanzados de tiempo para echar sobre los cadá– veres unas cuantas paladas de tierra" (23). IX Fue entonces -desaparecidos todo recurso y esperanza- cuan– do ostentóse más intenso, más noble, más desinteresado que nunca, el patriotismo de los adherentes peruanos. Lo hemos indicado, aunque a la ligera, en otro lugar; pero es aquí donde corresponde exponer esa conducta debidamente, en des- (17) V. las notas Sa. y 6a. de este capítulo. Miller, textualmente, dice: ''Muchos de los expedicionarios perecieron por las enfermedades endémicas del país; y no pocos, por falta de asistencia médica. Los hospitales hallá– banse en un estado tan lastimoso, que apenas puede concebirse. En todo el ejército tal vez no había un solo cirujano de regimiento; y el E.M. de me– dicina se componía de tan pocos individuos, que los soldados, enfermos o he– ridos, quedaban, puede decirse, entregados únicamente a la naturaleza. La falta de medicinas, algunas veces, era mayor que la de facultativos". Memorias, t. I, pág. 244, nota. (18) Vargas, op. cit., I, 108. (19) Bulnes, II, 62 . (20) Vicuña Mackenna, El general San Martín, pág . 33. (21) Vargas, loe. cit., pág. 107. (22) Bulnes, loe. cit.- Mariátegui, 0 p. cit., pág. 41: "Hubo días, dice éste último escritor, en que faltaron veteranos para mudar las guardias. Los reclutas peruanos hacían el servicio".- El general Alvarado (Rudecindo), en c~rta a Jerónimo Espejo, dice que la peste le quitaba (al ejército) más de cien hombres muertos cada día".- V. la Revista de Buenos Aires, t. Il, núm . VIII, pág. 521, nota 23a. (23) Bulnes, loe. cit., pág. 63.

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