Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

42 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ XII Volviendo al tópico esencial de este capítulo, o sea a la peste, séanos permitido exponer que, en vez de haber tomado esta última como un motivo y una exculpación de la inmovilidad y pasividad de San Martín, debe verse en ella una causa y un estímulo para moverse. Así como los soldados de Arenales, que el 21 de abril salieron del campo como "espectros", rehiciéronse, pronta y totalmente, en las alturas sanas, purísimas y tonificantes de la serranía; así, desde el pronunciamiento del mal, adelantáronse con el ejemplo a lo que después practicó acertadamente Bolívar, debió decampar de Huaura y sus alrededores y establecer acantonamientos hacia el interior, en Checras, Cajatambo o Huailas (siempre interceptando el paso al nor– te, y protegiendo a los pueblos espontáneamente sublevados de esa zona). Allá, menos que nunca pudo temer una embestida de parte de los realistas, tanto o más afligidos que él, en Lima, por las enferme– dades, el hambre y la miseria. ' Todo resultó del grave error en que incurrieron San Martín y al– gunos de sus consejeros y conmilitones, al creer que la posesión de Lima significaba la emancipación del Perú, y bastaba por sí solapa– ra obtenerla y asegurarla; error lamentalísimo, que nos costó tres años más de servidumbre, y otros tantos de guerra, sangre, sacrifi– cios pecuniarios y dolores. Cierto, como dijo el prócer, en su nota a Centeno, ya copiada (del 5 de abril), que (una vez consentida la exacerbación de la epi– demia, por la permanencia caprichosa en Huaura), "mal podría, en tales circunstancias, ser responsable de la suerte del ejército; pero cierto, también, que esa responsabilidad subsiste, por ausencia de previsión y de medidas oportunas para cortar o disminuir la catástrofe. Y más responsable resulta todavía, cuando sin intención alguna de emprender campaña alguna activa, ni propósito, manifestado nun– ca, de operar con inmediata audacia y rapidez, violaba la verdad asegurando (en la propia comunicación recordada) que, si no se le enviaban los medicamentos que pedía, "no le sería posible hacer ningún movimiento en grande, ni obrar con la actividad que exigía el plan de campaña" que tenía en mientes; siendo así que ese plan -como ya sabemos- consistía nada más que en "aguardar al enemi– go", Y no en buscarlo; en "entretenerlo y preparar el desenlace de combinaciones" ignoradas (a no referirse a las de propaganda, espec– tatorias y de mera astucia); y, en una palabra, en "irse con pies de plomo", sin "aventurar la suerte del Perú en una batalla".

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