Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

566 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ placable persecución que Monteagudo organizó contra los súbditos peninsulares, y en la consiguiente confiscación de sus bienes, dere– chos y rentas, punto en que la necesidad hizo sórdida alianza con la venganza y la injusticia. La administración, guarda y subasta de ta– les bienes confióse a una oficina especial, denominada Caja de Se– cuestros; con la cual, o a pesar de la cual, según ya expondremos, cometiéronse y toleráronse, en la materia, muy frecuentes y clam9- rosos abusos. X La explicación que precede, aunque sucinta y rápida, basta pa– ra comprender cuán ardua y fatigosa hubo de hacerse la misión de Unanue, puesto al frente de urgencias tan indominables y de escasez tan evidente y honda, a principios de agosto, esto es, al hacerse car– go del ministerio. Así es que hubo pronto de acudir a la bien llamada palanca del crédito. Dirigióse al Tribunal del Consulado y al Cabil– do, como órganos natos del comercio y del vecindario, en solicitud de los fondos que por el instante había menester sin vacilación ni tregua. Encargó al primero de distribuir, entre los comerciantes, un empréstito de ciento cincuenta mil pesos, enterable a medida que su monto fuese cubriéndose por los prestadores (así aparece de las partidas asentadas en los manifiestos); y cometió al segundo la mi– sión de realizar cosa igual entre los vecinos no comerciantes, por una suma ascendente a sólo treinta mil pesos. Comercio y vecinda– rio acudieron gustosos a ese llamamiento. El empréstito quedó efec– tuado en un bimestre máximum, y el fisco salió de sus ahogos del instante, colocado, gracias a la estrictez y pureza, prudencia y aho– rros de su gestor, en la capacidad de tener, a cada balance mensual, los saldos que dejamos referidos. El mismo Unanue, en casos premiosos, auxilió al erario con di– nero arrancado a su personal hacienda. En las cuentas de setiem– bre corre una partida de ocho mil pesos, que el ministro enteró en el tesoro, por vía de depósito, o sea a título de préstamo. Su ejemplo arranca de súbito las cerraduras de las arcas particulares, y multitud de patriotas se apresuran a hacer lo propio: don Fran– cisco Araos entrega 7.888 ps., o sea 464 onzas de oro (de 17 ps.); otros, en armonía con sus posibilidades, facilitan sumas menores, sin solicitud ni insinuación previas; y el convento de la Buenamuer– te, que entre todos sobresale por su decisión antirrealista, propor– ciona 21.000 ps. en dos partidas, una de 9 y otra de 12.000. El comer– ciante limeño don Francisco González, de 25.000 ps. que constituyen su capital, ofrece un empréstito de 20.000, sin perjuicio de los cien-

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