Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

568 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ Lázaro, doctor don Antonio Camilo de Vergara; seiscientos, don Martín Aramburú; quinientos, el español Cristóbal González y don Tomás Ortiz de Cevallos; trescientos, el comandante del escuadrón Paca'smayo, don José Manuel Vértiz; doscientos al contado y cua– trocientos anuales, el cura de Huambos, religioso mercedario don Toribio Duárez; igual cantidad, el cura de San Sebastián, Dr. Cecilio Tagle; el de Tapo, don Pedro Salvi; y un incógnito, por conducto de cierto religioso de la orden de San Francisco; y ciento, gran número de personas, que aquí sería largo e inútil referir. La cifra de erogan– tes menores fue crecida. Los que no disponían de dinero sonante, hi– cieron oblaciones en especies, sobre todo en artículos adaptables al uso o servicio del Ejército: sables (sólo don Bernardo Font obse– quió ochenta, con vaina de acero), camisas, calzado, ponchos, fra– zadas, etc. Quiénes se deshicieron de la plata labrada de su uso quiénes acudieron con medallas, conservadas en colección asaz cu– riosa, como cierto incógnito, que se presentó con quinientas treinta y seis de ellas, de mayor diámetro y mil trescientas veintinueve de las pequeñas; quiénes, en fin, donaron caballos y reses, monturas, herrajes, etc. La provincia de Jaén envió por su cuenta, hasta Lima, cuatrocientas cincuenta cabezas de ganado vacuno, para alimenta– ción del Ejército; y hubo departamentos, como el de Trujillo, que enviaron sumas valiosas por conducto de sus respectivos presiden– tes (8). Los pobres, que no podían concurrir con dádivas a este movimiento universal de civismo y de abnegación, hiciéronlo con su trabajo personal, en todas las formas posibles. Habiéndose acor.. dado la destrucción de los terribles calabozos coloniales, en las cár– celes conocidas con el significativo dictado de infiernillos el ciu– dadano don Juan de Echeverría y Ulloa ofrecióse a realizar la obra sin gravamen para el Estado y así lo cumplió con la colaboración de sus hijos y servidores. Las mujeres -secundadas en ello aún por las damas aristocráticas, como la marquesa de Casa Boza- cuyos maridos acababan de ofrendar parte de su peculio en el tesoro, ocupáronse en coser camisas y demás prendas de ropa para el Ejér– cito. La mencionada marquesa cosió veinticuatro de las primeras por su propia mano y manifestaba gloriarse de ello. Los monasterios hicieron lo mismo (9). Y todo esto se hacía al propio tiempo que se (8) La erogación del departamento de Trujillo fue de 12.000 pesos, cu– ya mayor parte procedió de la provincia y ciudad de Lambayeque. (9) A su solicitud. Distribuyéronse las labores entre los trece conven– tos y cuatro beaterios que entonces existían en la capital. Eran los primeros: el Prado, el Carmen, Santa Clara, Trinitarias, Delcal?'.as Mercedarias, Concep– ción, Santa Rosa, Santa Catalina, Santa Teresa, Trinidad, Encarnación y Na– zarenas. Los beaterios eran: Patrocinio, C<?pacabana, Viterbo y Recogidas.-

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