Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

PRIMEROS ACTOS DEL PROTECTORADO 585 cinos de aquel partido, que, so pretexto de haber jurado la indepen– dencia, negábanse a pagar el diezmo eclesiástico, se declaró que, aun– que "el Protector había manifestado a los pueblos los sentimientos filantrópicos que lo animaban, aboliendo las contribuciones que los tiranos habían impuesto a los indígenas y vecinos, de ningún modo había pensado suspender, ni suspendido, la recaudación del diezmo, destinado al culto divino, a la manutención de los ministros del san– tuario, a la fábrica de las iglesias y al socorro de los hospitales; pues, lejos de estimar justa tal abolición, habría con ella desatendido objetos precisos e interesantes, a que llama imperiosamente la reli– gión santa, cuya conservación era el primer cuidado del gobierno pro– tectora!". En fin, el 14 de diciembre se extingió la anualidad que al gobier– no español pagaban los curas y se sustituyó con sólo el 33 % de la misma, bajo la denominación de auxilio patriótico, "teniendo pre– sente la consideración que al gobierno merecía el estado eclesiástico en todas circunstancias y principalmente en las actuales, en que to– das las clases del Estado habían sufrido grandes quebrantos, por el seguimiento de una guerra tan tenaz como injusta de parte de los españoles". En consecuencia, diose también por extinguida, a la vez que la anualidad misma, la oficina encargada de recaudarla, o sea la Administración de Anualidades Eclesiásticas, anexa a la llamada Contaduría de Diezmos. XXXII No dejó de poner Unanue preferente atención en la minería. Y, a la verdad, no era satisfactorio su estado. Según la memoria que, de orden gubernativa, presentó el 19 de octubre el intendente hono– rario de Ejército don Dionisio Vizcarra, podía bien calificarse de calamitosa la situación del mineral más rico de América y del globo, o sea del llamado "asiento del Cerro de Paseo". Hallábanse en aban– dono, no sólo veintiséis de las treinta minas que hasta esa fecha habían sido desaguadas, sino tres mil minas y trescientos ingenios más. Los capitalistas principales habían desaparecido con sus fon– dos. Operarios y jornaleros andaban dispersos. La falta de bestias de carga para la conducción de sales y el acarreo de metales, era abso– luta. La escasez y carestía de azogues, notoria. El encarecimiento y la ausencia de víveres, cada vez mayor, devastadas las provincias inmediatas por el flujo y reflujo de la guerra. Los dueños, a excep– ción de tres o cuatro, o estaban destituidos de fortuna; o, teniendo

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx