Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
PRIMEROS ACTOS DEL PROTECTORADO 589 XXXV, Parece que las reformas de Vizcarra no resultaron en la prácti– ca tan completas ni tan eficaces como a su autor y al gobierno pare– cían, puesto que, en 9 de junio de 1829, creyóse imprescindible abolir la Dirección General; y, el 26 de noviembre del mismo año, se dictó una ley restableciendo el Tribunal de Minería. Pero el mi– nistro, en su sano deseo de acertar, y en presencia de mejoras pro· cedentes de persona tenida por técnica en el Ramo, apresuróse a prohijar sus conclusiones, y a sancionarlas, sin agregación, supre– sión ni variante, en acto ejecutivo del 23 de octubre. En él decía: "Las minas son el patrimonio del Perú. Otros países están destinados a la prosperidad de la agricultura, por sus dilatadas llanuras y abundantes riegos; el Perú, por sus grandes cordilleras, a ser el depósito de los más preciosos metales. La va· 1 iedad y abundancia, en oro y plata principalmente, le hizo célebre desde su descubrimiento. Y cuando semejante riqueza exigía que el gobierno y los particulares aplicaran el talento y la industria para .,u más arreglada expotación y beneficio, comenzó la incuria y aban– dono desde su mismo descubrimiento. Por lo que decía Alonso Barba, que era más la plata que se perdía que la que se utilizaba". "Al cabo de cerca de tres siglos, pensó la corte de España en mejorar las labores de las minas y beneficio de los metales de Amé· rica, destinando, a Méjico y al Perú, expediciones de sabios minera· logistas, que, con la luz de la física y la química, escudriñasen los senos oscuros de la tierra, y analizasen, con la misma, los metales que abrigan. Proyectáronse colegios de instrucción para la juven– tud que debía destinarse a tan noble ocupación, y se erigieron tri– bunales para su protección y fomento. En verdad que en México se encaminó con acierto al fin; más, en el Perú, no se consiguió otra cosa que la destrucción de crecidos caudales y un semillero de plei– tos. El tribunal, que debía tener por principal objeto el adelanta– miento de las minas, se convirtió en un establecimiento contencio· so, en que, careciendo los jueces de los conocimientos necesarios, f ué preciso agregarles asesores y jueces de alzadas, que, consumien– do en sueldos cerca de 22,000 ps. anuales, y teniendo que pagar más de ocho mil de créditos por los crecidos gravámenes con que fue cargando sus fondos, se ha encontrado, al nacer la libertad del país, en estado de fen ecer por falta de subsistencia. No es posible, que, cuando el gobierno ha dirigido sus miras sobre todos los ramos del Perú, para hacerlos prosperar, olvide las minas, el más precioso de
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