Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
PRIMEROS ACTOS DEL PROTECTORADO 619. gencias de una situación que, a pesar de todo, dejaba tiempo y des– canso suficientes para librar la serie de decretos ociosos y resolu– ciones fútiles a que ya nos hemos referido. Es lo cierto, repetimos, que, en materia de enseñanza, nulo o insignificante fue lo que hizo el Protectorado. XXII Dispuso San Martín la instauración de una biblioteca pública, con el dictado de Biblioteca Nacional, en decreto de 28 de agosto de 1821, cuyo preámbulo decía: "Convencido, sin duda el gobierno español, de que la ignorancia es la columna más firme del despo– tismo, puso las más fuertes trabas a la ilustración del americano, manteniendo su pensamiento encadenado, para impedir que adqui– riese el conocimiento de su dignidad. Semejante sistema era muy adecuado a su política; pero los gobiernos libres, que se han erigi– do sobre las ruinas de la tiranía, deben adoptar otro, enteramente distinto, dejando seguir a los hombres y a los pueblos su natural im– pulso hacia la perfectibilidad. Facilitarles todos los medios de acre– centar el caudal de sus luces y fomentar su civilización por medio de establecimientos útiles, es el deber de toda administración ilustra– da. Las almas reciben entonces nuevo temple; toma vuelo el inge– nio; nacen las ciencias; disípanse las preocupaciones, que, cual una densa atmósfera, impid'.!n a la luz penetrar; propáganse los princi– pios conservadores de los derechos públicos y privados; triunfan las leyes y la tolerancia; y empuña el cetro la filosofía, principio de toda libertad, consoladora de todos los males y origen de todas las acciones nobles". Autorizaba el decreto García del Río, hombre ''pe– netrado, como el decreto agrega después, del influjo que las letras y las ciencias ejercen sobre la prosperidad de un E'stado". Poníase el establecimiento "bajo la protección del Ministerio de Gobierno, que se encargaría de todo lo necesario a su plantificación". XXIII Tal decreto fue ratificado por otro de Torre Tagle, expedido el 8 de febrero de 1822, a fin de realizar la idea, no llevada a cabo todavía. Y, en efecto el de 28 de agosto había quedado simplemente escrito. El de Torre Tagle, que, por ausencia de García del Río, en– viado en misión política-financiera a Londres, estaba refrendado por Monteagudo, lleva este otro vacío preámbulo, que creemos ventajo– so copiar, como un medio de establecer el paralelismo entre el es– tilo conciso, enérgico y conceptuoso del primero y el fofo, aparatoso
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