Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
PRIMEROS ACTOS DEL PROTECTORADO 621 aquel trasladábase a otro local apropiado, se pondrían expeditas tan sólo algunas piezas, ya señaladas por el ministro Monteagudo como las más necesarias para el objeto. Habría dos bibliotecarios, pri– mero y segundo; puestos para los cuales se designó, en el decreto mismo, al prebendado don Mariano Arce y al presbítero don Joaquín Paredes, respectivamente. Estos tendrían a sus órdenes seis emplea– dos: dos oficiales, dos conservadores y dos amanuenses. Se mandó trasladar al nuevo instituto cuantos libros útiles se encontrasen en cualesquiera establecimientos nacionales; y aplicóse a su conserva– ción y enseñanza parte de los fondos que por entonces corrían a cargo de la Dirección General de Censos y Obras Pías, fondos que, "en lo sucesivo, quedarían consagrados al fomento de la instrucción pública". El ministro de gobierno sería director supremo nato del establecimiento. Los impresores estarían en la obligación de enviar a este último dos colecciones de "todos los papeles públicos y demás impresos dados a luz desde el día en que se proclamó la indepen– dencia", así como un doble ejemplar de cuanto en adelante se impri– miera. Ofrecíase determinar las dotaciones de los nuevos empleados en decreto aparte y expedir un reglamento, que en efecto se dictó el 31 de agosto del mismo año 22. El arquitecto español don Ignacio Martorell fue inmediatamen– te encargado de adaptar a su nuevo destino los tres salones designa– dos desde luego. Entregáronsele al contado tres mil pesos; suma que, inclusos algunos gastos reparatorios del palacio gubernativo, consi– deró Martorell necesaria y suficiente para la obra (23). Lista la es– tantería de los tres salones (24) transportáronse a ella la biblioteca de la Universidad y todas las de los conventos, que así constituye– ron base copiosa de la futura Biblioteca Nacional. · co fue ganada por éste (1912), si mal no recordamos, a causa de constar que, en 1825, el convento de La Merced hizo donación graciosa de la casa en cues– tión, para ser consagrada al ramo de instmcción pública; y haber el gobierno aceptado, expresamente la donación indicada, por decreto del 5 de octubre de 1825. San Román tuvo otra casa en Arequipa, frente (dice su testamento) a la puerta falsa de la Compañía: es la que hoy ocupa el Club de Arequipa, y en la actualidad pertenece a nuestro buen amigo Sr. Moisés Carvajal Loay– za, diputado por la provincia de La Unión. Y no concluimos esta nota sin apuntar en ella otro dato en extremo curioso: en esa casa ocupada por el Club arequipeño, en la que hoy es su sala-biblioteca, estaba el oratorio, correspon– diente a la antigua cárcel (hoy Municipalidad) donde fue puesto en capilla Salaverry. V. nuestra Historia de Arequipa. (23) Cuentas de julio de 1822, en el suplemento de la Gaceta, núm. 11 del tomo o semestre 1. , (24) Esos tres salones fueron los de la derecha, a la entrada: uno, para– lelo a la calle de los Estudios; el segundo, perpendicular al anterior; y el ter– cero, que forma una T o martillo (así lo nombran con el precedente) .
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