Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
630 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ de Méndez y Lachica, hombre ilustrado, patriota acérrimo,. cuya firma ocupaba el vigésimo séptimo lugar en el acta declaratona del 15 de julio, era una revelación de que, en verdad, cierto grup~ del sacerdocio existente en el Perú habíase dado a la labor subterra– nea de desprestigiar los postulados en que se inspiraba la rev.olu· ción, y tendía a subvertir el régimen instaurado para prosegmrla. "Parte considerable del clero -dice Paz Soldán- se oponía tenazmente a la propagación de los principios de libertad e inde· pendencia. Creían, unos de buena fe, y muchos maliciosamente, que los patriotas trataban de destruir la religión dominante, ha– ciendo entender que su sistema era irreligioso y contrario a las le– yes cristianas; que no respetaban las personas ni las cosas de la Iglesia; y antes por el contrario las despreciaban, hallándolo todo" (1). III Pero, por ventura ¿era peruano aquel clero subreptor de las doctrinas e instituciones ensoñadas y establecidas para triunfo de la independencia y libertad del Perú? No podemos, en nuestro papel de historiadores imparciales, consentir que se calumnie sin razón al clero nacional. El mismo Paz Soldán, que en la materia se muestra tan apasionado contra la so– tana, la cogulla y la mitra, establece una justa excepción en estas frases: "Parte del clero, especialmente los curas. eran patriotas de– cididos, y procuraban sembrar las ideas liberales. Tampoco falta– ban virtuosos sacérdotes del clero regular que siguieran tan patrió– tico ejemplo". Y en verdad, no hubo intento, no liubo plan, no liubo conju· ración, desde los comienzos del siglo, hechos en pro de la eman– cipación de la República, donde no estuviesen mezclados alguno o algunos sacerdotes nacionales impulsando a los demás conspira– dores con su dinero, con su prestigio y con su esfuerzo; y consa– grando, ante el mundo y ante Dios, en ese otro sublime altar de la abnegación y el patriotismo. El franciscano Diego Barranco, el presbítero Bernardino Gu– tiérrez y el cura don Marcos Palomino, fueron cómplices principa– les de los gloriosos Aguilar y Ubalde, en el Cuzco, en la desgracia– da intentona de 1805. Un obispo, paucartambino, el ilustre Dr. D. José Pérez de Ar– mendaris; un prebendado, Dr. D. Francisco Carrascón; un vicario, (1) Op . cit., t . I , pág. 186.
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