Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

EL CLERO.- EL ARZOBISPO LAS HERAS 631 el Dr. D. José Feijóo, párroco del Triunfo; un cura, Ildefonso Mu– ñecas, párroco de la Compañía; y muchos presbíteros, como Car– los Jara y un Angulo, hermano de los caudillos, constituyeron re– sorte y nervio esencial del formidable movimiento del mismo Cuz– co en 1814, encabezado por Pumacahua, Béjar y los Angulos; mo– vimiento que, por el sin número de clérigos que en él intervinie– ron, fue por alguien denominado el levantamiento de los curas. El prebendado Dr. Manuel González, el fraile Francisco Díaz, el presbítero Gregario Amestoy y los religiosos mercedarios Anto– lín Paz y Manuel Velarde, conspiraron en unión de Alcázar, Gómez y Espejo. El padre Segundo Carrión; el presbítero Villarán, profésor del Seminario; y el párroco de Ruarás, Dr. D. Julián Morales, fuen;m, con el sacerdote argentino Dr. Cecilio Tagle, cura de San Lázaro de Lima, principales colaboradores en la misión de Francisco Fer– nández de Paredes y del traidor José García. El mismo cura Morales; los párrocos Navia de Bolaños, Salvi– y Cuéllar de Lima; el canónigo Dr. José Antonio Hurtado y Villal– ta; y los padres del Oratório de San Felipe Neri, Mendez, García, Carrión (ya mencionado), Bernabé Tagle, Joaquín Paredes y Ma– riano Arce, desempeñaron eminente papel en tres de los varios fa– mosos grupos (de limeños, forasteros y carolinos) en que debían preparar el arribo de la expedición libertadora de San Martín. Algunos de estos próceres tonsurados tomaron las armas, como aquel valeroso fraile Juan Aguilar, que, con la división Arrio– la rescató a Mainas del poder de los realistas; y no pocos gimie– ron en el destierro o en las prisiones, como Barranco y Carrión; o pagaron, como Muñecas, su patriotismo acendrado con el martirio. No; no fueron peruanos, pues, los que, en el púlpito o en el ( onfesionario, propagaron ideas o excitaron sentimientos contra– rios a la libertad y a la independencia de su patria; fueron españo– les, que tánto abundaban entonces en el Perú, los únicos clérigos que, abusanoo de los medios y circunstancias que a sus órdenes po– nía el sagrado ministerio, osaron alzar su mano y su voz en des– medro de nuestra autonomía. IV Por supuesto, aquellos sacerdotes abnegados, que, blanco de constante vigilancia y víctimas de la más férrea opresión hubieron de ocultar tanto tiempo sus propósitos en el fondo del alma, y só– ro ponerlos en práctica, cautamente y a la somora cual si fuesen

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx