Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

EL CLERO.- EL ARZOBISPO LAS HERAS 633 extraordinario es V. E. mismo, cuyas virtudes, triunfos y glorias más bien deben calcularse por los momentos de su existencia, que por los días de su campaña; campaña ciertamente grande, esclare– cida y heroica, y sólo vista en los tiempos de los Fabios y los Was– higton. El consentimiento de los pueblos le ha dado a V. E., el de· recho de mandarlos: sus virtudes le han hecho digno; y la fortuna o protección del cielo le ha hecho acertar en sus vastos designios. Estas tres cosas, que revelan infinitamente la grandeza de un Li· bertador, y que no se encuentran sino de siglo en siglo, en una so– la persona, parecen hoy en V. E. con tanta brillantez y en grado tan eminente, que le hacen, por su conjunto maravilloso, las deli– cias de Lima, el honor de los argentinos, el Timoleón de los arau· canos, el encanto de los peruanos, la esperanza de nuestros alia– dos, el apoyo de Colombia y el asombro de las naciones. Y con razón, pues V. E., no ha hecho la guerra por satisfacer la ambición de un espíritu belicoso, ni sacrificado la sangre de sus semejantes por ceñirse laureles, sino por la necesidad de buscar la paz en la guerra. Así, la espada, en manos de V. E. parece haber embotado sus filos, y Belona perdido sus desastres y horrores. Y es que v. E. ha marchado llevando delante la antorcha de la ilustración del Perú, apoyándose sin cesar en los dos consuelos del género huma· no: la humanidad y la modestia. Por esto es que la campaña de V. E., desde que puso el pie en Pisco, es un tejido de hechos admira· bles; tan claros, tan inteligibles después de ejecutados, como impe– netrables antes de su ejecución. En una palabra, el prodigio ha se· guido al prodigio; la atención ha estado siempre viva y la admira– ción sostenida; y no estamos menos sorprendidos de la rapidez con que ya somos libres, que de la sublime política que tan sabiamente todo lo ha combinado; de la moderación con que v. E., ha huido de las dignidades y de la gloria, que:por todas partes le persiguen; sien– do su único anhelo restablecer y respetar los derechos del hombre, reformar la justicia, corregir los abusos y castigar el crimen; vene– rar el santuario y sus ministros; reintegrar la dignidad de los pas– tores; ir, en cierto modo, entreteniendo la paz en medio de la gue· rra; y, por último, sacrificar su propia gloria por el bien de los hombres, hasta hacerse amar y bendecir de los mismos que le te– mían y aborrecíarz<¡Ah!, ¡el ruido de los vivas y aclamaciones, de los lamentos y lágrimas de tantos pueblos y provincias libertados, ha llegado a oídos de los incas, y se han levantado al cabo de tres– cientos treinta años que dormían; y, después de haberse dado pa– rabienes recíprocos por la prosperidad a que va a exaltar~e su anti· guo imperio, han vuelto a descansar en sus sepulcros, por el mis·

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