Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

634 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ mo entusiasmo de la libertad y de la patria! ¡Oh América para siem– pre feliz! ¡Oh Lima eternamente dichosa! ¡Oh nuestro Libertador, cuan terrible guerrero, siempre humano! ¡Oh grandiosos y legíti– mos sentimientos del verdadero patriotismo! ¡Oh nobles y virtuo· sos y magníficos efectos del espíritu de libertad .bien entendido! ¡Españoles! ¡Americanos! Con este ejemplo, ¿qué resta ya, sino amar a todos los hombres, sin distinción de persona? ¿Qué resta, ~ino amaros recípmcamente y con predilección? ¡Americanos y es· pañoles! ¡Españoles! ... ¡Sí, venid, venid, a formar con nuestros bra– zos el indisoluble nudo de amistal, para que opongan nuestros pe– chos un muro inexpugnable a las agresiones de la tiranía y la barba– rie! Y, si aún les duran los prestigios, ¡compatriotas!, convenzámos– los de la justicia de nuestra causa a fuerza de virtudes y heroicidades. A.prendamos de tantos americanos que nos han dado ya el ejemplo; pero mucho más aprendamos de nuestro Libertador, que ha co– ronado sus victorias con las de su propio corazón y que, sujetan– do sus pasiones a una moral severa, después de ser la admiración de la América y el mundo, se ha hecho también su modelo.- Es– tos son, señor, los sentimientos de los curas que suscriben, que no dudan sean los mismos de los demás del Arzobispado". V Esta comunicación, verdadera explosión -no de adulación ras– trera, que sus autores no sentían ni habían menester, como lo acreditó la modesta medianía en que la mayoría de ellos siguió ac– tuando después- sino de desmedida alabanza, entonada, en pleno agosto, por quienes, a la par de todos sus compatriotas, sentianse entonces poseídos de intensa admiración y gratitud hacia el cau– dillo por quien aspiraban el primer respiro de una vieja domi– nación y paladeaban las sabrosas primicias de la independencia y la libertad, parece, a primera vista, no significar ni ofrecer nada, cuando en realid3d significaba y lo ofrecía todo, asentando que' los curas llamados estaban a ser "predicadores y piedras angulares de la libertad moral y civil bien entendida"; ensalzando "los efectos del espíritu de libertad"; afirmando que si antes, bajo la servidum– bre y su acerada presión, habían practicado sus deberes de patrio– tas "de modo paliado", era ya tiempo de que "los resortes eclesiás– ticos recobraran su antigua elasticidad, debilitada y casi destruida, y se presentaran, no como exactores de los pueblos en su gratuito ministerio, sino dignos de su antiguo carácter"; y acabando, en fin, por exhortarse y exhortar a que "todos los pechos formasen un

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