Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

• 638 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ fidelidad y obediencia debida al católico monarca en todas estas regiones. León XII, en su breve del 24 de setiembre de 1824, tam– bién calificaba a nuestros héroes como fruto maldito de la cizaña de la rebelión, que había sembrado en estas regiones el hombre enemigo, y aconsejaba a los mismos arzobispos, obispos y clero de América, que :;e dedicarán a esclarecer las augustas y distin– guidas cualidades c¡ue caracterizaban a su muy amado hijo Fernan– do" (3). Ya vimos cómo el marqués de Torre-Tagle, al efectuar el le– vantamiento de Trujillo, viose en la necesidad de expulsar al obis– po de aquella diócesis, Dr. D. José Carrión y Marfil, y embarcarlo, en compañía de otros enemigos de la revolución, con destino a Huacho, donde fue recibido y puesto en libertad por San Martín, que le permitió trasladarse a Lima. Veamos, ahora, cuál fue la forma en que actuaron los otros prelados entonces existentes en el Perú; a saber, los obispos de Mainas, Huamanga, Cusco y Arequipa, y el arzobispo del Alto Pe– rú o Charcas, hoy Bolivia. IX Ninguno tan furioso y obcecado en su realismo como el de Mai· nas, Dr. D. Fray Hipólito Sánchez Rangel y Fayas, segundo ocupan– te de aquella sede, fundada en 1804, y para la cual fue preconizado en 1806, en reemplazo del Dr. D. Mariano Cruz Navia Bolaños y Olle– ta, que no llegó a tomar posesión. Era este prelado virtuoso y enérgico, pero, a la vez, excesiva– mente fanático, biiioso de temperamento, y, por eso, colérico y ca– prichoso; y, en todos sus actos, oficios y pastorales, creyóse en el derecho, y aun en la obligación, de combatir y derramar su atra– bilis contra la nueva patria y contra los patriotas. Júzguese de su moderación y apostólica mansedumbre, por la serie de insultos y groserías vertida en la siguiente pastoral, que expidió, en 4 de agos– to de 1821, desde las aguas del Marañón: "Hijos: nos visteis huir el pasado año, de la rebelde Chachapo– yas, en busca de nuestro amparo, perseguido de los malos; nos habéis visto también en el presente, precipitarnos por esos ríos, peligrando nuestra vida, nuestros intereses y nuestro reposo, por no condescender con las ideas tumultuosas de los rebeldes, y por· que, herido el pastor, podrían descarriar,se las ovejas de nuestro amado rebaño. Hijos: hemos vuelto a vosotros, con los brazos abier- (3) Op . cit ., t . 1, pág . 190 .

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