Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
642 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ que no perdería ocasión en que pudiera s~r .útil.ª nuestra .causa, por cuantos términos sean lícitos en su ministerio y, por fin, me encargó mucho, mucho, que expresara a Ud. el más sincero reco– nocimiento, por la comportación en la devolución de sus bienes, etc.; y que le satisfaga acerca de que, habiendo querido escribirle desde Lima dándole las gracias por el mismo suceso, se lo había estorbado Pezuela con expresfones inmoderadas, diciendo que ya no era tiempo, porque se iban a romper las hostilidades de la gue– rra.- El estuvo, con el arzabispo de Charcas y el obispo de Hua– manga, en el pueblo de Huancayo. Allí conferenciaron los tres so– bre la determinación que deberían tomar, en razón de venir las tropas de mi mando marchando sobre dicho pueblo; el primero resolvió refundirse, en las montañas de aquella frontera, con los pa– dres de Ocopa; el tercero irse hasta Lima,· y Orihuela, esperar en aquella provincia, hasta que pase la estación de aguas, sin excusar de comparecer ante el jefe de dichas tropas (el mismo Arenales),· y así se lo ha comunicado el de Huamanga al virrey, quien, por este motivo, estaba ya echando ternos contra este Orihuela, según cartas en que se la habían participado" (5). Varia fue la suerte de los tres obispos: Villodres falleció a po– co en las misiones de Ocopa. Gutiérrez Coz, extrañado algo des– pués que Las Heras (¡noviembre de 1821), pasó a España, donde, en recompensa de su agudo realismo, fue luego trasladado a la diócesis de Puerto Rico. Y, en fin, Orihuela, reconciliafilo definiti– vamente con la República, ocupó su silla diócesana del Cusco has– ta 1826 (14 de noviembre); fecha en que, reagravados sus acha– ques por las molestias que le diera el mariscal Gamarra, vínose a Lima Y recluyóse en la Casa de Ejercicios del Cercado, que él mis– mo fundó, y en la cual falleció el 1? de abril de 1841. Paz Soldán hace al obispo Orihuela el doble cargo, de incon– secuencia y oportunismo: "Fue, dice, uno de los más fervientes predicadores contra la in– dependencia de su patria, exigiendo a sus ovejas el más fiel vasa· llaje al rey católico, la más cordial detestación de cuanto oliera a independencia y la sumisión absoluta al primer lugarteniente de Dios, el rey Fernando VII: este mismo prelado, una vez constitui– do el gobierno republicano, y cuando nada tenía que esperar de s~ ídolo, y sí mucho que temer de Bolívar, no se ruborizó al inju– riar, con los más negros calificativos, a los mismos que, poco an– tes, les dirigía vergonzosas adulaciones'' (6). (5) Paz Soldán, Historia cit ., t . I , págs . 187 y 188. (6) Autor, op . et loe . cit ., pág . 190.
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