Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

CAPITULO XII MONARCOMANIA DEL PROTECTOR 1 Dijo Cristo al Discípulo predilecto, cuando incrédulo y tímido, deteníase absorto ante la invitación del Maestro, sin atreverse a asentar el pie sobre el cristal móvil e incó.nsistente de las aguas: Hombre de poca fe ¿por qué has dudado? A San Martín, y, con él a Monteágudo y_ sus demás colaboradores en la obra de la in– dependencia, se podría haberles dirigido pregunta igual. Incredu– lidad y timidez helaron sus venas y petrificaron su planta, ante las primeras convulsiones anárquicas del continente, sin atreverse, como Pedro, a cruzar, erguidos sobre el mar de la revolución, en pos de la libertad amplia, absoluta y cierta; atraídos por la voz, e impulsados por la confianza y la fe en la verdadera democracia. No tuvieron la acerada convicción, ni alimentaron la creencia cie– ga, ni imitaron la hermosa conducta de Washington, que en 1786 escribía a Jolin Joy estas sencillas, pero bellísimas palabras: "Oigo decir que personas muy respetables hablan de la monarquía sin horror. En ella sola se piensa; de ella se habla con frecuencia; y de la palabra a la acción no hay más que un paso. Pero ese es un paso irrevocable y terrible. ¡Que triunfo para los partidarios del des– potismo! Ver que ·somos incapaces de gobernarnos, y que los siste– mas fundados sobre la base de la igualdad y la libertad son quiméri– cos y falsos" ( 1). Así hablan la virtud y el genio; éste, con su pe– netrante visión; aquélla, con su energía inflexible. El Libertador del Norte jamás dudó de la democracia, ni traicionó a la república, ni desertó de la libertad. II Desconsuela el contemplar ideas y procederes tan opuestos en el gran libertador del sur. Ya llegará la vez de enrostrar 11.10 pocos (1) Laboulaye, La democracia en los EE.UU., t. I, pág. 20.

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