Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
2 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ momentos de vacilación e inconsecuencia al propio Bolívar. Por ahora, detengámonos en la dolorosa tarea de exhibir y condenar el monarquismo de San Martín; estigma que afea su nombre; man– cha que opaca su gloria; manía o pasión que brindaron turbia fuente a sus yerros y renuncios, a su atonía final. inactividad ex– tática, impotencia mental prematura y trepidaciones indisculpables. Por supuesto que, en ésta, como en otras fallas de su vida y de su historia, se oculta tras él, como inspirador siniestro, como tentador satánico, Monteagudo. Vimos ya cómo este terrible agitador, que "se había acercado con placer a los patíbulos, para observar los efectos de la ira de la Patria"; que quería hacer la guerra "con entrañas de bronce"; Y anhelaba "un puñal para aniquilar a los opresores, aunque su san– gre se mezclase con la de éstos y sus últimos alientos sirviesen de exequias a lo mismosn; pasó de un salto desde las doctrinas fe– deralistas hasta las unitarias, y desde la demagogia hasta el abso– lutismo, pregonando la dictadura para su amigo Alvear; sostenien– do o enseñando la necesidad de "templar recíprocaménte dos ele– mentos tan opuestos como la sujeción y la libertad"; hablando de "los peligros de la democracia" y de "la tiranía del pueblo"; tro– nando contra las "constituciones pomposas" y los "reglamentos li– berales"; y abogando por las "cartas sencillas, que sólo asegurasen a los ciudadanos una breve administración de justicia y el libre ejercicio de aquellos derechos de que dependen la paz y la felicidad domésticas" (2). Vimos también cómo la furiosa sindéresis del tribuno en las depresiones del llano, tornóse atrabilis y crueldad neroniana en los 3pices de la altura; cómo, a pesar de los prece– dentes que le hicieron repugnante y despreciable a los ojos de su jefe, fue por éste llamado a cooperar en la expedición al Perú, re– putándolo instrumento recio y utilizable para las circunstancias y exigencias de la situación; como, de tal instrumento, pasó a valido y mentor, que nubló la inteligencia, endureció el corazón, desna– turalizó las ideas moderadas y torció los sentimientos generosos del héroe y del político; cómo este último fue, por las aviesas exhortaciones y pérfidos consejos del primero, arrastrado a la usur– pación de la autoridad y al despotismo; apartado de su misión es– trictamente bélica y primordialmente emancipadora; y engolfado en las insustanciales fruiciones del poder y en las extralimitaciones de su uso y de su fuerza so pretexto de promover y asegurar el orden, y de prevenir los horrores de la anarquía. (2 ) Véase la p ágs. 451 , 453, 454 , 456, y 475 del vol. IV de esta obra.
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