Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
8 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ ma federal, han sido, para los pueblos de América, la funesta caja que abrió Epimeteo después que la belleza de la obra de Vulcano sedujo su imprudencia. - Penetrado de estos sentim·ientos, yo no podía ser infiel a ellos cuando las circunstancias me dabar.. una parte activa en la dirección de los negocios. . . El segundo prin– cipio que seguí en mi administración, fue, pues, restringir las ideas democráticas (5) . Bien sabía que, para atraerme al aura popufor, no necesitaba más que fome'ntarlas; pero quise hacer el peligroso experimento de sofocar en su origen la causa que, en otras partes, nos había producido tantos males. El ejemplo empezaba a formar un torrente: yo conocía que no era fácil detenerlo, y que después sería más difícil hacerlo retrogradar. Me decidí por el primer par– tido, porque a más de estar convencido de su justicia, no me era indiferente la gloria de dar a la opinión un impulso que, aunque se interrumpa, la experiencia renovará con mejor éxito ¡Ojalá que las desgracias no ejerciten el terrible ministerio de hacer llorar a los pueblos su desengaño! . .. El último principio que me propuse por norma de mi conducta pública, fue preparar la opinión del Perú a recibir un gobierno constitucional, que tenga todo el vigor necesario para mantener la independencia del Estado y consolidar el orden interior, sin que pueda usurpar la libertad civil que la constitución conceda al pueblo, atendidas las circunstancias polí– ticas y morales en que actualmente se halla. El Perú, como todo Esta– do que acaba nuevamente de formarse, necesita suplir la respetabili– dad que imprime el tiempo a las instituciones humanas, con la mayor energía en las atribuciones y ejercicio del Poder Ejecutivo, a quien toca defender los derechos que emanan de la independen– cia nacional. Cuando un gobierno empieza a existir por sí solo, su situación, respecto de los que ya se hallan establecidos, es la más desventajosa y desigual, tanto en la paz como en la guerra; esta es la lucha de un ser recientem·ente organizado, con otros que han llegado al colmo de su robustez . .. Los gobiernos antiguos tie– nen más medios disponibles para emprender la guerra, más cré– dito para hacer valer sus pretensiones, más astucia para dirigir– las y menos consideración a los gobiernos nacientes. Estos, por el contrario, agotados por la contienda que generalmente precede a m existencia, no pueden renovarla sin dobles sacrificios; el nuevo rango que ocupan entre las naciones hace mirar con desdén y ce,. los sus empresas; inexpertos en el giro de las transacciones diplo- (5) El ''primer principio" de la administración de Monteagudo, cuya sus– tentación suprimimos y que ya hemos citado en el lugar pertinente, fue ''in– flamar el odio contra los españoles, disminuir su número y debilitar su influjo público o privado".
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